La mano visible

Metástasis de una crisis

Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia el 9 de diciembre del 2015, vivimos una tormenta permanente. El gobierno ha venido cometiendo sucesivos errores no forzados que nos han llevado a la crisis más importante que ha vivido el país desde el 2001.

Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia el 9 de diciembre del 2015, vivimos una tormenta permanente. El gobierno ha venido cometiendo sucesivos errores no forzados que nos han llevado a la crisis más importante que ha vivido el país desde el 2001.

Y es que aunque se quiera culpar a un tweet de Trump, a las tasas de interés de Estados Unidos, a la moneda de Turquía o al real brasileño, queda en claro, cada vez para más personas, que nadie confía en Cambiemos.

El mundo en el cual Mauricio Macri asumió la presidencia ya no existe. El modelo de economía globalizada que imperó en el mundo desde fines de la década del 70 está en disputa; en Argentina, ni enterados. La victoria de Trump en Estados Unidos, el brexit en Gran Bretaña, el gobierno de coalición de Italia y el impulso que ha tomado la ultraderecha en Europa, son muestras de que el sistema económico mundial está cambiando y, que el hipotético liderazgo que Macri podía ejercer, quedó autárquico. A pesar de esto, el gobierno insiste en un modelo económico y político ajustado a otra realidad, lo cual agrava aún más la crisis que está atravesando nuestro país desde hace ya 2 años y medio.

El gobierno enfrenta su peor año en materia económica y el país se dirige a una crisis brutal pero de distintas características que la del 2001. El Banco Central no encuentra manera de generar confianza y controlar el dólar que no para de subir; la inflación ya no será del orden del 35% sino que, para diferentes consultoras, se ubicará en torno al 44% anual, marcando así la inflación anual más alta en más de una década. Los rumores de dolarización, de una nueva convertibilidad o de que el FMI adelantaría aún más los desembolsos del préstamo acordado con nuestro país, o incluso la posibilidad de ampliar el monto del acuerdo son indicadores de la incertidumbre total en la cual vivimos sumergidos desde hace ya 3 años.

El plan económico del gobierno ya fracasó. Son innegables las infames consecuencias que las medidas macroeconómicas que han tomado destruyeron la matriz productiva del país, generaron un aumento de la pobreza, exclusión, concentración de la riqueza y desocupación. Pero aún más preocupante es la falta de capacidad para tomar decisiones concretas, medidas de fondo y políticas económicas que generen confianza. Cambiemos, en este momento, no está siendo capaz de gobernar.

La inestabilidad política creciente en nuestro país puede analizarse desde dos hechos concretos que ocurrieron en las últimas semanas. El primero es el de las retenciones a los productos exportables. Esta medida del gobierno, muy distinta a las retenciones móviles del gobierno de Cristina Kirchner, es desastrosa. Tiene como único objetivo recaudar un poco más pero intentando no enojar a nadie. Que el impuesto sea igual para grandes productores que para los más chicos va a destrozar a las economías regionales. El gobierno, con este nuevo manotazo de ahogado, volvió a fallar. El nuevo tributo es en pesos y fijo, con lo cual ni siquiera va a tener un gran impacto en la recaudación en un momento de constantes depreciaciones de nuestra moneda. Pero, por sobre todas las cosas, es una medida que genera desconfianza. El presidente Macri y su gabinete habían desmentido en diversas oportunidades la posibilidad de gravar los productos exportables e incluso prometió continuar con el cronograma de baja de las alícuotas a la soja, el trigo y el resto de los productos agropecuarios. Esta medida ya tuvo consecuencias concretas: los pequeños productores se vuelven aún menos competitivos y los grandes terratenientes comenzaron a guardar los granos en silo bolsas.

El segundo signo de inestabilidad es el rumor que circuló sobre una posible dolarización de la economía argentina. Es preocupante que un trascendido sobre el comentario de un asesor estadounidense pueda generar un agravamiento de la crisis de confianza en el gobierno, pero es aún más grave que se le crea más al rumor que al gobierno.

La dolarización implicaría cambios trascendentales en nuestro país. Principalmente, la eliminación del circulante del peso y el pase a dólares de los depósitos bancarios y deudas en el país. Esto beneficiaría a los sectores que prestan dinero y perjudica fuertemente al sector privado que se ha endeudado en pesos en los últimos años y que vería muy difícil afrontar las obligaciones. Nuestro país afrontaría una crisis mucho más pringosa con un aumento acelerado de la desigualdad y de la pobreza. El Banco Central perdería casi todas sus funciones y no tendría capacidad de realizar políticas de carácter monetarias. Esto nos dejaría fuertemente expuestos a shocks internacionales que puedan golpear fuertemente a la economía argentina que podría volverse aún más dependiente

La economía, entre otras cosas, requiere de la confianza de los mercados y de la población; el gobierno no tiene ninguna. Cada ida y vuelta, cada cambio de posición, cada prueba seguido de error genera aún más irritación en todo el mundo y hace caer la confianza en que el actual gobierno pueda salir de este callejón que, en este momento, parece sin salida.

Ante esta difícil situación, la oposición comenzó a moverse. Es acertada la carta que Guillermo Moreno, en su condición de presidente de la comisión de economía del Partido Justicialista, envió al FMI. Porque Moreno sabe lo delicada que es la situación y que, si efectivamente se adelantan los montos del préstamo stand-by de 2020 y 2021 a 2019, la situación de quien asuma la presidencia en diciembre del año entrante será casi imposible. Porque es cierto que los mercados de créditos en el exterior están cerrados y, adelantar los montos del acuerdo con el Fondo podría complicar aún más la ya difícil tarea que seguramente tendrá el próximo gobierno. Y es cierto lo que se señala en esa carta: si bien se busca corregir el déficit en el ítem de ingresos y gastos operativos, no se toma en cuenta el creciente aumento de los intereses de deuda que, seguramente, sean una muy pesada carga para el próximo gobierno que deberá, entre otras cosas, pagar el acuerdo con el FMI y, si prospera el pedido de Macri, quien sea presidente a partir del año que viene no contará con ningún desembolso del stand-by.

La situación es difícil, la crisis profunda y la desorientación del gobierno es total. Ya no sabe qué hacer para parar la bola de nieve que ellos mismos generaron desde que asumieron el gobierno. Es casi imposible pensar que el gobierno vaya a dolarizar la economía, los costos son altísimos y aún queda un gran sinsabor por una medida menos drástica: la convertibilidad de los 90’ pero, si trascendió la noticia de reuniones en las que se habló del tema, algo podemos saber con seguridad: el gobierno no sabe qué hacer y es capaz de evaluar cualquier posibilidad para intentar patear la pelota para más adelante y que otro se ocupe de resolver el quilombo y la crisis que atraviesa nuestro país.

Desde que el Macri pidió ayuda al FMI como último recurso para solucionar la crisis cambiaria todos los indicadores sociales empeoraron. Es que pasamos de una crisis cambiaria a una que es social, política, comunicacional y de confianza que podría, tranquilamente, desembocar en una profunda crisis bancaria. ¿Qué va a hacer el gobierno ahora que se le está agotando el que era su último recurso para salir de la crisis? Macri y su gabinete no sabe qué van a hacer en las próximas 12 horas y es por eso que ponen todo tipo de medidas sobre la mesa. Quizá hoy niegan la posibilidad de dolarizar la economía pero, ¿quién sabe si no la consideran en 1 mes ante el agravamiento de la situación? Queda claro que la oposición, en su mayoría, se quedó corta con el diagnóstico de la situación. Quizá todos deberíamos escuchar más a los que vaticinaron esta situación. La ex presidenta Cristina Kirchner hizo una campaña el año pasado hablando justamente de que todo se podía ir a la mierda. Parece que tenía razón.

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