Me subo al colectivo línea 67 con destino a Saavedra y me calzo los auriculares. Abro el Spotify y reproduzco al azar un top 100 de canciones de Spinetta. Suena “Tu cuerpo mediodía”, última canción del disco Para los árboles y una de mis canciones preferidas del flaco. La estrofa final dice: “Y qué placer cuando no hay nada que pueda ver y solo invento tu sonrisa, y apago así, toda agonía”. Inmediatamente pienso en la belleza de ese verso y me propongo reflexionar un poco acerca de Spinetta y su impacto sobre la cultura de nuestro país.
Muchos sostienen que Spinetta no estuvo a la altura de su época y que no fue lo suficientemente combativo y revolucionario que debió haber sido desde la posición de influencia que ocupaba. En rigor, no se equivocaban tanto: Spinetta no fue Víctor Jara ni John Lennon, no tenía por qué serlo, fue un artista. También es cierto que durante la última dictadura militar se censuraron sus canciones y se vigilaron sus shows, además de haber sido detenido arbitrariamente una noche de 1979.
No creo que Spinetta haya sido un músico particularmente revolucionario, pero opino que cualquier referente del rock naciente que hablara de libertad se erigía como potencial problema para el statu quo de la antidemocracia, y así fue. Para los tenedores del poder Spinetta no era asunto menor, era uno de los grandes íconos de una cultura emergente que no conocían y que causaba un quiebre en la época.
Sigo viajando en el 67, paso Cabildo y doblo en Olazábal, ahora suena -una vez más por obra del azar de la plataforma- la canción Resumen porteño, publicada en el tercer disco de Spinetta Jade, del año 1983. La letra de esta canción habla de tres sobrevivientes a la última dictadura militar: Ricky, Águeda y Cacho. Ricky es un joven que sale sorteado y le toca hacer el servicio militar en la marina, razón por la cual decide exiliarse solo en Río de Janeiro, Brasil. Águeda es una chica que quiere adelgazar y se psicoanaliza, ella sólo es feliz en los conciertos de rock, donde sistemáticamente la detiene la policía. El último personaje, Cacho, es un joven que está angustiado y va al Río de la plata a pescar con su caña y su portátil. Spinetta dibuja esta imagen final para hacer una genial metáfora en alusión a los vuelos de la muerte del régimen militar, el verso final del tema canta: “pero la verdad es que da impresión, ver los blancos peces en un nylon, cuando en realidad es tan temprano. Usualmente… sólo flotan cuerpos a esta hora.”
Spinetta no fue un artista de canciones bonitas y ya. Por el contrario, fue partícipe y protagonista de la construcción de un sentido de realidad distinto y tomó la decisión -como referente cultural- de no ser ajeno a la vida política del país y a la criminalización de su generación. Muchos artistas prefieren dormirse en los laureles de la antipolítica, el desapego es más cómodo y menos peligroso que la apuesta. Y si bien esto no es algo que podamos leer claramente en todas sus letras, aquí debemos ser justos y no titubear: Spinetta también apostó.
Spinetta y la política
Reflexionar sobre Spinetta y la política es arriesgado, propone probar cuál es la llave que abre esa puerta que no abrimos hace tiempo, pero que sabemos llena de vaguedades poco fundadas. Es arriesgarse a que nuestros lectores consideren que estamos transitando el camino de lo obvio y eso mismo queremos evitar en este artículo. Para ponerlo en perspectiva, la imagen del Spinetta ‘despolitizado’ y ‘anarquista’ es una imagen posterior que tiene lugar en un bagaje muy breve de su vida, precisamente en el momento en que su descontento -como el del resto de la ciudadanía- no tiene canalización institucional, sino que por el contrario, se censura. Entonces la legalidad se pone en tela de juicio.
Si hubiera que diagramar una fecha en la radicalización de la juventud esa es sin duda 1969, momento en el que se cristaliza el pasaje de la resistencia a la confrontación con un hito heroicamente recordable: el cordobazo. Para ese entonces, Spinetta militaba en un grupo llamado JAEN (Juventudes Argentinas para la Emancipación Nacional), dentro de la tendencia, compartía el espacio con Rodolfo Galimberti, quien posteriormente sería un importante referente montonero.
De familia peronista, hijo de un hombre comprometido y arriesgado durante el período de la resistencia, Luis conservó cierta tradición peronista y miró de cerca las preocupaciones de la sociedad civil en tiempos difíciles. En su adultez y hasta el fin de sus días fue confeso simpatizante de Kirchner, brindó durante su presidencia un memorable concierto en el Salón Blanco de la Casa Rosada, el día en que Alberto Fernández -quien en ese entonces se desempeñaba como jefe de gabinete de Kirchner- lo premió con un Néstor. También, en los años 90, se sumó a la huelga docente, una de las huelgas más extensas de la historia argentina (duró 33 meses).

Recorrido musical y recorrido público
Las canciones –como toda literatura- son hijas de una época. Spinetta también lo es. La década del sesenta fue un momento marcado por las neovanguardias, la disolución de los géneros literarios, la antinovela y el arte contracultural, con ella nace el Spinetta músico. Su primer grupo, Almendra, fue uno de los primeros conjuntos que no cantaba canciones en inglés, elegían el castellano como trinchera de lo auténtico, de lo propio que afloraba junto a las banderas del antiimperialismo radiante de esos años. Podríamos decir que Almendra representaba una música esencialmente ciudadana, tanguera, con reflejos de bossa-nova y aires de jazz. El conjunto se dividió hacia 1970.
En 1971 Luis armó Pescado Rabioso. El grupo intentó romper la ternura y el eje sensible de Almendra con mugre y distorsión, mimetizando su música a una época en la cual el orden empezaba a presentar fracturas: la Argentina y su frágil democracia llevaban 16 años de inestabilidad institucional y represión sistemática. Pescado triunfa de entrada, Spinetta había sido consagrado con Almendra y para el 71 ya cosechaba una larga audiencia.
Después de tres exitosos discos el conjunto empieza a disolverse y en 1973 publica -ya Spinetta solista bajo el nombre de Pescado- uno de los álbumes más emblemáticos de todos: Artaud, tan surrealista como el contorno de su propia tapa, una forma que rompe con la forma misma. Este álbum coincide -no casualmente- con el regreso del peronismo y lleva el nombre del letrista más consagrado del surrealismo francés, Antonin Artaud.
Spinetta sostuvo que Artaud fue “un período egoísta” dentro de su vida, un periodo introspectivo en el cual tenía un proyecto de vida familiar que significaba el alejamiento de las drogas y tiempo con su pareja y madre de sus hijos, Patricia Salazar. Este back home del músico coronó la composición de una de las más bellas obras que el rock nacional parió.
Cuando Spinetta lanza Artaud, reparte en la presentación del disco en el mítico teatro astral un texto titulado “Rock, la música suicidada por la sociedad”, manifiesto que hace alusión al ensayo de Antonin Artaud “Van Gogh: el suicidado por la sociedad”. Entre otras cosas, el manifiesto dice:
“Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial. Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros (…) Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre.”
Esta clara crítica que lanza Spinetta evidencia su conciencia de responsabilidad histórica, pronunciándose duro contra la indefinición ideológica y con la especulación comercial de la industria cultural. Más adelante el texto repudia a los participantes de toda forma de represión y “a la represión en sí por atañer a la destrucción de la especie.”

Rock y radicalización
El año 1973 fue el año de la radicalización del rock con el lanzamiento de “Working Class Hero” de John Lennon sobre el final de la guerra de Vietnam, del “Get up, Stand up” del ya popularísimo Bob Marley y el año en el que aconteció el Primer Festival de la Canción Popular en América Latina, donde participaron Inti Illimani y Alfredo Zitarrosa, entre otros. Corrían años candentes y surgían insurrecciones populares en todos los rincones del tercer mundo, algunos hitos caracterizaban y atravesaban particularmente la época: el miedo a Cuba, el foquismo guerrillero, la revolución independentista de Argelia y -en el plano cultural- el hippismo y la liberalización sexual y del consumo de drogas.
Ese mismo año retornó la democracia en la Argentina y el pueblo coreó esta vez un hit distinto: ¡Cámpora al gobierno, Perón al poder! El triunfo peronista se celebró con un megaevento en el estadio de Argentinos Juniors, donde tocaron Charly y Sui Generis, León Gieco, Billy Bond y también Spinetta. El acto lo cerró Solano Lima con un discurso conmovedor. Algunos meses después, el flaco llevó su música a otro evento político, un festival organizado por el Padre Mugica en la Villa 31 en conmemoración al Día de la patria boliviana en el que también participaron Pappo y Narvaja.
La virtud de Spinetta estos años fue poner a dialogar la música jóven, el asco dadaísta que expresaba el arte en su conjunto y la vida política argentina en una convulsionada década rebelde. En esa línea nació Invisible: combinando aspectos de Almendra y de Pescado, mezclando el jazz con el blues y el rock, y debutando con un primer sencillo marcadamente contestatario que incluía la canción Estado de Coma, el primer tema de Spinetta censurado por el régimen militar en 1976.
Termina mi viaje en el 67, me bajo en la esquina de Balbín y Crisólogo Larralde. Me pregunto por la importancia de la cultura como infraestructura pública no estatal y por su trascendencia en la formación de sentido. No tengo dudas sobre lo valiosa que es la obra de Spinetta y lo inaugural que fue su aporte a nuestro rock nacional. El rock nace como la música sin fueros, sin ley. Cambia y se modifica en un instinto de transformación, decía el flaco. El campo del arte es precisamente el campo de la libertad, y en esa transigencia no hay, realmente, quién gobierne. El arte en todas sus formas nos estimula y nos conmueve, distrae la mera existencia cotidiana y nos permite sentir -en clave spinoziana- todo lo que puede un cuerpo, de eso se trata. Spinetta agita, otras veces piensa; y siempre es virtuoso a la hora de crear un público sensible a su obra, capaz de apreciar la belleza, capaz de develar ese sentimiento arraigado de que nuestras vidas no deberían ser así y que podemos imaginar algo diferente.