“A mí me atacan por ser un capital nacional insolente. No participo con empresas extranjeras que han venido a ofrecerme una participación o una protección en el negocio del Correo.” [i]
La primera vez que tuve la intención de husmear la vida y la muerte de Alfredo Yabrán un amigo me dijo: “uf, tené cuidado con eso”. Por alguna razón, lo dijo en serio. Luego lo comenté con una amiga mía oriunda de Larroque, la ciudad entrerriana que vio nacer a nuestro protagonista. Su respuesta fue una risotada tímida, seguida de un comentario similar al de mi amigo. Un poco en chiste y un poco en serio, mi intención en ese entonces era conectar el destino de Yabrán con aquel que sufrió el fiscal Nisman en el año 2015. “Yabrán mató a Nisman”, iba a llamarse mi Best Seller.
Lejos de espantarme por los comentarios de mis allegados, mi curiosidad fue creciendo hasta que me topé con la certeza de que conocer a fondo las aventuras de Quico develarían gran parte de los misterios de este país durante los últimos 30 años. Seamos claros: reconozco que es un poco disparatado pensar que Yabrán mató a Nisman; pero de lo que no tengo tantas dudas es que el entramado que existe detrás de ambos personajes no sea del todo diferente.
Tanto se metió esta historia en mi vida que antes de terminar de escribir este artículo el Cartero apareció en mis sueños. Vestía un conjunto deportivo azul, canchero, y zapatillas de correr. Estaba junto a su esposa, María Cristina Pérez, y entraban a una especie de galería comercial en la que yo estaba sentada. En cuanto lo vi supe que era mi oportunidad: me le acerqué casi corriendo a preguntarle si podía hacerle una entrevista. Contra todo pronóstico me dijo que sí, que encantado, que de qué se trataba lo que quería saber. Le conté de mi columna, y charlamos muy amigablemente. Me dijo: “Qué bueno que la gente joven esté encarando proyectos como esos”. Justo en ese momento apareció María O’Donnell en el salón contiguo del lugar, y Yabrán corrió a saludarla. Decido esperarlo, y María Cristina me pregunta: “Vos te acordás del segundo nombre de mi marido?” A lo que yo, indignada y con cara de “más vale”, le respondo: Sí, claro, Alfredo Enrique Nallib Yabrán. Y me desperté celosa de María O’Donnell.
En este artículo voy a hacer un esfuerzo muy grande de síntesis. Los vínculos cultivados tan prolíficamente por nuestro capo mafia nacional son vastísimos: vínculos políticos, religiosos, militares, empresariales y amistosos (a quienes tenía por costumbre regalar autos con notitas cariñosamente extorsivas). Durante más de 30 años el Quico trabajó arduamente para dominar cada una de las variables que intervenían o podrían algún día intervenir en sus emprendimientos, y lo ha hecho de forma escandalosamente exitosa hasta unos años antes de su final. Voy a omitir muchas de esas relaciones, a pesar de la relevancia de cada una de ellas. Intentaré que esas deliberadas omisiones no entorpezcan el objetivo de esta nota.
Elijo centrarme, en esta ocasión, en el Quico empresario: la historia de Alfredo Yabrán es la historia evolutiva de gran parte del empresariado nacional de los últimos cuarenta años en nuestro país. Sus permanentes transmutaciones, su relación chupasangre con el Estado Argentino, su consolidación monopólica y sus redes de convenientes amistades. Ya tendremos otras oportunidades para meternos más de lleno en algunas de sus aventuras más escabrosas.
Quico
Alfredo Enrique Nallib Yabrán nació un Día de Todos los Santos, el 1ro de noviembre del año 1944. Hijo de inmigrantes de origen sirio libanés asentados en Larroque, provincia de Entre Ríos, su padre fue un prestamista de dudosa reputación y su madre una respetable ama de casa madre de 9 hijos. Quico Yabrán fue el séptimo en nacer.
A sus 18 años se mudó a Buenos Aires, y cuenta Miguel Bonasso en su biografía de Don Alfredo, comenzó trabajando de ayudante en una panadería porteña. Faltaba mucho aún para que se consolide como el “poder detrás del poder” de la década menemista, y mucho más aún para que se volara los sesos con una escopeta Baikal rusa en su estancia San Ignacio. Mucho antes de eso tenía un trabajo de esos que se pueden contar en una conversación casual de ascensor, una esposa de buena familia, María Cristina Pérez, con la que estaba criando a la prole, y una casa sencilla en la zona norte del Gran Buenos Aires. Un hombre de familia. Quico.
Pero Quico ya la estaba viendo, y en Borroughs, la empresa informática norteamericana que funcionó para él como escuela de hasta dónde se podía cruzar los límites, tejió una red de contactos que fueron centrales para construir su Imperio. Allí hizo buenas migas con Diego Ibañez, secretario general del gremio de petroleros estatales, mucho antes de la privatización de YPF, a partir de venderle equipos informáticos a la petrolera. Cuenta Bonasso: “Entonces, asociado con algunos técnicos de la compañía, inventó una pequeña empresa de service que daría mantenimiento a sus clientes, al margen y en competencia con la propia Borroughs (…) a las máquinas nuevas que vendía les cambiaba algunas piezas clave y las sustituía por otras viejas en no muy buen estado. Cuando la computadora empezaba a fallar y el cliente lo llamaba desesperado, se acercaba al buen hombre con una sonrisa protectora y le comentaba: ‘Mire, entre nosotros, el servicio de Borroughs es malísimo, pero yo conozco una gente que se lo puede hacer mejor y no cobran mucho’”[ii]. Eran los primeros años de los 70. Según el mismo Yabrán cuenta en una entrevista con Clarín en el año 1997, de Borroughs lo despiden por ganar en comisiones mucho más de lo que ganaba un gerente.
Diego Ibañez se convierte en uno de los amigos más cercanos de Quico. Además de secretario general de su gremio fue diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires y compañero de Lorenzo Miguel en las 62 organizaciones. Y como en este país todo tiene que ver con todo, el compañero justicialista se enriqueció alocadamente con negocios fraudulentos desde la YPF del Comandante Suarez Masón en los últimos años de la dictadura: se descubrieron misteriosas fugas millonarias en transacciones con Licio Gelli, magnate de la logia Italiana P2 (Propaganda Due), la misma a la que pertenecieron el Almirante Emilio Massera, el Brujo López Rega, y según algunas fuentes, el mismo Suárez Masón. Como todo buen amigo, el petrolero se ocupó de proveerle a Quico relaciones del todo provechosas presentándole a César Chacho Jaroslavsky, diputado radical, y a ni más ni menos que el turco riojano de patillas que todos conocemos.
Al salir de Borroughs montó con dos de sus compañeros una empresa informática mientras construía Yabito S.A. con su hermano Toto Yabrán. Yabito S.A. fue una de las pocas que siempre reconoció como propias y comenzó siendo una empresa de reparación de calzado para luego convertirse en una gran empresa agropecuaria que hasta hoy conserva 65 mil hectáreas distribuidas en Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. La empresa de informática duró poco, pero igualmente Quico pudo cambiar el coche, mudarse a una casa más amplia y empezar a transitar su exitosa carrera empresarial durante la década del 70. “La gente lo ignora, pero en los setenta hubo un escándalo de proporciones en el Banco de la Ciudad, cuando se descubrió que muchos, demasiados funcionarios, habían aceptado como regalo un Ford Taunus GXL.”[iii] Su despegue fue a partir de convertirse en el amo del clearing bancario gracias a la compra de OCA, la empresa de los hermanos Juncadella, también fundadores de la empresa de seguridad Prosegur, en transacciones cubiertas de sospechas y en franca relación con algunos sectores de la Fuerza Aérea alrededor del año 1976.
El cartero amarillo
OCASA es otra de las empresas que Yabrán reconoció públicamente. Sin embargo, el superministro de los norteamericanos en la Argentina, Domingo Felipe Cavallo, relató una de las reuniones que tuvo con el Cartero: “Yo recibí al Señor Yabrán en mi despacho y le pregunté si él era dueño de todas estas empresas. Y me dijo que sí. Que directa o indirectamente era dueño de OCA, OCASA, SkyCab, que de alguna manera controlaba Andreani. Pero que le convenía así para que estas empresas compitieran entre sí.” Independientemente de las afirmaciones de un Cavallo enojado y preocupado por su relación con sus jefes en Washington, el directorio de todas esas empresas tenía en sus listas hombres y mujeres de Yabrán. Y existía un listado de un sinfín de pequeñas empresas de servicios postales que coleccionaban copias de denuncias de atentados a sus choferes de todo tipo: desde accidentes provocados, robos violentos, incineración de los vehículos, amedrentamientos. Otro de los pasatiempos del Cartero fue durante muchos años tener amigables reuniones con directivos de estas pequeñas empresas y forzarlos a venderle la mayoría de su paquete accionario. Muchos accedieron y engrosaron su poderío. Otras se negaron y terminaron comiendo tierra, en bancarrota, o en el exilio.
Los decretos reglamentarios que firmó el ente regulador de permisionarios de correos desde fines de los 80 hasta mediados de los 90 fueron todos elaborados a medida de OCA y OCASA. Cuenta Cavallo en el congreso: “Cuando era (Abel) Cuchetti presidente de ENCOTESA, yo le preguntaba por qué no se presentaba ENCOTESA en las licitaciones que hacía el Estado. El Banco Hipotecario Nacional, la DGI. Y resulta que las bases de esas licitaciones estaban redactadas de tal forma que no se podía presentar ENCOTESA. Por ejemplo, algún presidente anterior había decidido vender toda la flota propia, y había contratado a la flota de sus competidores, de SkyCab, de este tipo de empresas. Y luego las bases de licitación que hacían el Banco Hipotecario y la DGI y los usuarios de servicio postal del estado ponían que sólo se podían presentar empresas con flota propia. Si continuaba esa tendencia, ENCOTESA iba a desaparecer.”[iv] Encotesa finalmente se vendió en el año 1997 al grupo SOCMA, de la familia Macri, contrato que fue rescindido por Néstor Kirchner en el año 2003.
Domingo Felipe Cavallo, preocupado por desarrollar de manera eficiente y como vidriera al mundo el proceso privatizador de la reforma del estado, empezó a fisgonear en el negocio del correo a principios de los años 90, cuando Federal Express (Fedex) la empresa norteamericana de servicios postales dirigida por un veterano de la guerra de Vietnam comenzó a operar fuertemente para monopolizar el correo internacional de nuestro país a través del embajador Terence Todman. Fred Smith, dueño de la empresa, tuvo la certera vocación de destruir el monopolio del Amarillo y fueron las presiones ejercidas sobre Mingo las que catapultaron los acontecimientos bélicos. Luego de dos reuniones (al menos confesas) con Alfredo Yabrán por consejo de Chacho Jaroslavsky, y muchos traspiés con los entes reguladores de los servicios postales, se sentó durante más de 9 horas en el Congreso Nacional para relatar todos los pormenores de lo que llamó “la mafia del correo liderada por Alfredo Yabrán”. En ningún momento se levantó a hacer pis a pesar de haber tomado varias jarras de agua.
La presentación fue en ocasión de la media sanción que había obtenido una polémica Ley de Correos, en dónde se restringía al 30% la participación de empresas extranjeras en la privatización de la empresa estatal de servicios postales, permitiendo, además, la libre circulación de los vehículos sin posibilidad de ser interceptados por las fuerzas de seguridad. Uno sacaba del juego a Federal Express, y el otro permitía fortalecer el movimiento dudoso de las empresas de Yabrán. Si bien Cavallo no explicitó la protección del gobierno hacia el Amarillo, al menos no en ese entonces, resultó evidente que si había “mafias enquistada en el poder” había un poder que estaba alimentándose de ellas. Menem, ni lerdo ni perezoso, mandó inmediatamente a abrir una investigación: a cargo de la investigación estuvo el apoderado de SkyCab, empresa controlada por Alfredo Yabrán. Por supuesto tanto esa investigación como todas las denuncias judiciales presentadas por Cavallo quedaron empantanadas en tribunales para dejarle paso a las denuncias que él mismo empezó a recibir por enriquecimiento ilícito y por contrabando en la aduana con miembros de su equipo involucrados. Yabrán 1, Cavallo 0.
“Lo que pasa es que yo vi, antes que nadie, que era necesario darle un buen servicio al usuario del Correo. Estudié cómo dar una respuesta. Así comienza a crecer OCASA, mi empresa. No empieza a crecer como por ahí han dicho. Yo no era, como dicen, el nene malo que le cortaba los dedos al cartero que iba a entregar una carta. No. Yo la entregaba mejor. Y entonces viene el momento de la privatización, ¿y qué hacen las empresas extranjeras, qué es lo que han hecho en todas las privatizaciones? Dicen venga señor, la parte importante de la privatización queda a cargo de alguna gran empresa extranjera, y lo que queda es para su empresa. Yo podría haberme dejado convencer, como más de uno de los empresarios argentinos que participan en las privatizaciones me trataron de convencer. Cavallo siempre utiliza empresarios para presionar.”[v]
La carrera postal de Yabrán desde principios de los 80 hasta la denuncia de Domingo Felipe Cavallo en 1995 destrozó en el camino a casi todas las pequeñas y medianas empresas, se comió a algunas medianas y a las grandes, y colaboró indudablemente con el desguace de la vieja Encotel. Encotel fue la empresa pública de correo creada en el año 1972, que, como cuenta Cavallo, desde el Amarillo fue excluida de la gran mayoría de las licitaciones públicas para permisionarios de correo postal. Según contó el superministro en su exposición en el Congreso de la Nación, le consultó a Yabrán si estaba dispuesto a colaborar con el proceso de privatización del correo, a lo que el magnate contestó: “Yo creo en la privatización, imagínese, yo soy el que en la práctica ha promovido que se privatizara el correo, porque ahora el correo es virtualmente privado, estas empresas que yo comando son las que prestan el servicio de correos”.
En el año 1992 por iniciativa de Cavallo Encotel se convertiría en Sociedad Anónima como ENCOTESA: la estrategia se trataba de fortalecer el correo público para que se convirtiera en una empresa competitiva dentro del mercado de servicios postales nacionales y así, virtualmente, poder convertirse en una empresa atractiva para encarar la privatización. No se trataba de un ministro preocupado por conservar la eficacia de un Estado al servicio de los intereses nacionales; se trataba de un alumno de Harvard desesperado por implementar las reformas que mostraran al mundo la posibilidad de instalar una libre competencia desregulada y honesta que modernizara nuestro país. De eso se trataron también las dos reuniones que mantuvo con el Amarillo: Cavallo tratando de convencerlo de la importancia de la libre competencia, y Yabrán estacado en defender a capa y espada su monopolio en el correo, mediante el eufemismo de “competencia regulada”.
A pedido del superministro, Abel Cuchetti como director de ENCONTESA comenzó a elaborar decretos que torcieran la tendencia de las empresas de correos cartelizadas, abriendo los registros de permisionarios para las licitaciones y eliminando los cánones internacionales que prácticamente había dispuesto Yabrán, y que entorpecían la entrada de Fedex al negocio postal argentino. “En diciembre (de 1992) una bomba explotó en la casa de Cuchetti en Córdoba. Ocho minutos después, otro artefacto estalló –también en Córdoba- frente a la empresa Cargo, uno de los nuevos permisionarios beneficiados por la apertura del registro que había dispuesto Cuchetti. Los peritajes demostraron que en ambos casos se había utilizado el mismo tipo de explosivo”[vi].
La guerra con Cavallo amenazó con ser el catastrófico final de una carrera de éxito empresarial e impunidad sistemática. Pero Cavallo, al que le sobraba Harvard pero le faltaba justicialismo y cintura política, tenía demasiados frentes abiertos. Hasta ese momento, el superministro estaba mimado por el conjunto de la sociedad, por los organismos internacionales, y ni más ni menos que por Washington y su embajador en Argentina. Sus fluidas relaciones con el país imperial y los valores macroeconómicos impecables de los que se jactaba le proveyeron un lugar privilegiado para convertirse en una suerte de segundo presidente en una democracia ya completamente deformada. Pero nunca es gratis estar en guerra con el Presidente de la nación y con todo su harén de aliados, que de nenes de pecho no tenían nada. Su castillo de naipes comenzó a desarmarse con una serie de escandaletes bien al estilo 90’s, desde amoríos de sus funcionarios y de él mismo, hasta la publicación que hizo estallar Lanata de su declaración jurada millonaria, que lo ubicó a él mismo en el banquillo de los acusados por enriquecimiento ilícito. Paulatinamente, el tablero se fue inclinando, y tanto Yabrán como el patilludo empezaron a correr con alguna ventaja para correrlo de la escena. Su renuncia fue presentada en julio de 1996. Yabrán 2, Cavallo 0.
Continuará y se viene picante…
Fuentes
Bonasso, M. Don Alfredo. Buenos Aires: 1999.
Cavigllia, F. y Sanz C. La larga sombra de Yabrán. Buenos Aires: 1998.
Cherashny, G., Menem, Yabrán, Cavallo; final abierto. Buenos Aires: 1997.
https://www.lanacion.com.ar/politica/echegoyen-estaba-por-hablar-cuando-murio-nid66533
https://www.clarin.com/politica/poderoso-logra-ventaja_0_HJOb5wGbCFe.html
https://www.lanacion.com.ar/politica/el-desconcierto-en-la-casa-de-martinez-nid97351
https://www.lanacion.com.ar/politica/un-final-tan-misterioso-como-el-de-pc-farias-nid97334
https://www.lanacion.com.ar/politica/sospechan-que-yabran-hospedo-a-al-kassar-en-entre-rios-nid99307
https://www.lanacion.com.ar/opinion/yabran-y-la-incredulidad-general-nid97466
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/la-historia-secreta-de-ada-y-yabran-nid100039
[i] Clarín, 16/03/1997
[ii] Don Alfredo, pág. 59
[iii] Don Alfredo, pág. 119
[iv] Min 50/51 Cavallo en el congreso
[v] Clarín, 16/03/1997
[vi] Don Alfredo, pág. 306
[vii] Don Alfredo, pág. 237