Por Aglaia Nikonorova
El año 2024 es el año en el que terminará el mandato presidencial de Vladimir Putin. La comunidad internacional baraja, ya hace tiempo, las opciones de las que dispone el dirigente para permanecer en el poder indefinidamente. Se suele tomar el ejemplo de Xi Jinping, quien a partir de la reforma constitucional del año 2018 podrá presentarse indefinidamente a la reelección, acabando con el límite de dos mandatos que se encontraba en vigor. Otros casos son el de Erdogan y su intercalación de cargos, o hasta el mismo Putin, quien hizo una rotación de cargos permaneciendo como el más influyente del sistema político, mientras el cargo presidencial era ocupado por Dmitriy Medvedev.
De cada mensaje del Presidente ruso, el mundo inconscientemente esperaba un anuncio de dominio eterno. Sorprendentemente, el 15 de enero del 2020, faltando 4 años para terminar el mandato, en su acto ante el Congreso anunció cambios constitucionales. Inmediatamente luego de su anuncio todo el gobierno federal renuncia y el país espera un referéndum en mayo. Según Margarita Simonyan (directora de Russia Today) este fue el acto más importante del presidente, y lo llamó una “revolución sin sangre”.
La Constitución tendrá mayor valor que los acuerdos internacionales
Desde el principio del mandato, Vladimir Putin intentó establecer vínculos amistosos con todos sus colegas, sobre todo con Gran Bretaña y EE.UU. Cerrando los ojos al bombardeo de EE.UU, meses antes de que Putin asumiera el cargo de Primer Ministro, Rusia fue la primera en ayudar en la lucha contra el terrorismo luego del 9/11, con el que Rusia ya llevaba una prolongada batalla en el Cáucaso del Norte. El primer encuentro a nivel internacional de Putin fue con Tony Blair, Primer Ministro inglés. Haciendo caso omiso a esto, las primeras deshonestidades políticas no tardaron en llegar.
En 2004, al bloque históricamente anti ruso OTAN fueron incluidos países del Pacto de Varsovia y tres Repúblicas de la ex URSS, generando un riesgo para la seguridad del país, además de ser una ruptura del acuerdo, cuando Bush padre, en el año 1991, garantiza que la OTAN no planeaba avanzar al oriente.
Comprendiendo esto y otros casos, se había vuelto evidente que confiar en los socios occidentales no era una opción, pues llevan una política pragmática. En el año 2007 Vladimir Putin habló de esto en la Conferencia de Munich. Sin embargo, Rusia intentó entrar en organizaciones internacionales, por ejemplo en la OMC, para lo que Rusia se adaptó, respetando los intereses de la comunidad internacional y sus organizaciones, a veces limitando sus propios intereses. En el transcurso de los dos primeros mandatos de Putin es claro el intento de integrarse en las organizaciones internacionales en condiciones iguales a los actores más importantes: este es el momento en el que Rusia se suma al G8.
Si Rusia podía sacrificar sus intereses comerciales, no ocurría lo mismo con la capacidad estratégica defensiva, a la que no podía renunciar. Los problemas con el occidente comenzaron a ser públicos en el año 2008, a raíz del conflicto en Georgia, cuando los EEUU apoyaron públicamente a los agresores georgianos en sus actos contra la población civil de Osetia del sur. Y en el año 2001, Bush, luego del encuentro con Putin en que afirmó que lo miró a los ojos y pudo ver su alma, encabezó el proceso en el que el occidente comienza a ser poseído por una actitud anti rusa.
Barack Obama había dado esperanzas de que esto cambie, pero no ocurrió y tampoco parece tener un posible fin en la actualidad. Particularmente el gabinete de Obama llevó a cabo las sanciones en contra de Rusia, con un concreto objetivo: el de causar un daño a la economía del país. La crisis en Ucrania era una excusa para esto, ya que el conflicto comenzaba antes.
En estas condiciones, habiendo confirmado que las organizaciones internacionales accionan no por el bien de toda la humanidad, sino en los intereses de países particulares o empresas, fue claro que confiar en las decisiones no es solamente ingenuo, pero también dañino. El 15 de enero Putin anunció que en Rusia la Constitución de la Federación rusa tendrá ahora una prioridad suprema ante los acuerdos internacionales. Lo propuesto por el Presidente con respecto a las relaciones internacionales fue la parte más insignificante de su discurso.

Reformas en el sistema interno
La Constitución rusa actual es fruto de un conflicto interno, una grave crisis política del año 1993, y está lejos de ser perfecta. La crisis era constitucional y la discordia entre el presidente Yeltsin y el Soviet Supremo llevó a un conflicto armado en la capital. La Constitución causa por esto sentimientos contradictorios; Putin ha afirmado que no hay necesidad de cambiarla, pero sí realizar reformas ya que el potencial de la misma no ha sido explotado del todo aún. Las propuestas buscan crear un balance entre el presidente y el parlamento.
Desde ahora el gobierno federal, el primer ministro, sus vices y los ministros federales serán aprobados por la Duma (Cámara de Diputados). El Presidente no podrá rechazar a los candidatos propuestos y aprobados por la Duma, los jefes de estructuras policiales y los fiscales regionales (de provincias) se aprobarán por el presidente junto con el Consejo Federal (Cámara de Senadores).
Un papel importante cumplirá el órgano llamado “Consejo Estatal” (sus facultades deberán estar descritas en la Constitución). Es un organismo que incluye a los funcionarios más importantes del país, pero no es un órgano de poder porque no tiene ninguna función salvo la concejal. Hoy el Presidente lo encabeza y habría razones para suponer que luego del año 2024 podría seguir quedándose en este cargo.
Acerca de la cuestión presidencial, Putin no cree que esta sea una cuestión crucial, aunque no tiene nada en contra de limitar dentro de la Constitución la cantidad de turnos presidenciales a dos en total, y no solo ininterrumpidamente. Afirmó que por ahora no era una prioridad y que no se presentará a las próximas elecciones.
La interacción de los poderes federales, regionales y municipales se fortalecerá, ya que existe hoy un problema grave en la corrupción regional. El sistema no funciona para que sea posible controlar el poder local.
En 20 años se generó un sistema que no solo funciona eficientemente, sino que salvó a Rusia del separatismo, el terrorismo y otras amenazas. Hoy la tarea es no perturbar el funcionamiento del sistema y comenzar a integrar en este funcionamiento a la opinión pública. A partir de este año comienza la transición del poder. La sociedad rusa maduró y está lista para tomar mayor responsabilidad en la participación constante en la política del país.
El bienestar social
Se anunció que la prioridad de las políticas rusas está dirigida al bienestar social. En el acto, Putin habló de un punto de estas políticas que ha sido fundamental en los últimos años: el apoyo a las familias. La prioridad en este rubro es el capital materno, que recibe cada familia con más de un hijo; actualmente es de 7300 dólares. El cambio consistirá en que ahora, por el segundo hijo, las familias pasarán a recibir 9700 dólares y recibirán 7300 al tener a su primer hijo. A partir del tercer hijo, el Estado se encargará de pagar un porcentaje de las deudas hipotecarias familiares. En los colegios, se introduce la alimentación gratuita. Estos cambios fueron justificados por Putin como necesarios luego de la grave crisis demográfica de los noventa, cuando había una natalidad menor a la del momento más crítico de la Segunda Guerra Mundial.
Los medios hace tiempo discuten la posibilidad del cierre de Internet en Rusia y la amenaza de una nueva cortina de hierro. En la conferencia, se aclaró que el peligro proviene de un cierre desde los países que tienen en su poder todos los servidores, no desde adentro de Rusia. Se está generando un sistema soberano, que servirá en el caso de un corte externo; además el internet pasará a ser absolutamente abierto y gratuito.
Entre otras medidas sociales, se mencionó también la constante indexación de la jubilación y la solución a la falta de suministro de algunos medicamentos. Es posible que estas medidas sean amortiguadoras para el cambio en las estructuras de poder.
La oposición ha reaccionado de maneras muy diferentes. Si a fines de diciembre los medios rusos opositores, como Meduza o Echo, estaban como siempre activos, hoy la actitud es más serena. Algunos se han visto obligados a pasar a ser conservadores; las voces que se siguen escuchando son las de aquellas personas que sufren de un nihilismo máximo. La realidad es que las reformas en el sistema interno responden a los pedidos de la oposición intelectual.