Revista Rándom conversó con Agustín Balladares, actual Director Nacional de Asuntos Políticos de la Secretaría de Relaciones Parlamentarias, Políticas y Sociales, cuyo titular es Fernando “Chino” Navarro. La reunión se concretó en el hall de entrada de Jefatura de Gabinete, en el ex edificio de SOMISA, una estructura de hierro con 12 pisos y 5 subsuelos. Si bien esta ubicación se debió a cuestiones de seguridad sanitaria (vale aclarar, previo a que se decrete el aislamiento en el país), no podría haber sido mejor seleccionada. Desde la pared más cercana nos observaba una imagen de la Virgen de Luján y un busto del General Manuel Savio, tal vez el más grande referente del industrialismo nacionalista y fundador de la mítica empresa estatal que construyó el edificio.
Agustín es militante del Movimiento Evita de Lanús y fue el precandidato a intendente más joven de la Provincia de Buenos Aires. Frente al temor y la incertidumbre por la incipiente pandemia del Coronavirus, el diálogo giró en torno al peronismo bonaerense, la economía popular, la perspectiva histórica del movimiento y los desafíos de construir una Política que vuelva a abrazar a la comunidad.
Para quienes no te conocen, ¿quién es Agustín Balladares?
Lanusense, muy lanusense. Fanático de nuestra ciudad, de la idiosincrasia que tenemos, de lo que pudimos generar a lo largo de nuestra historia. Siempre planteo que sin Lanús el 17 de octubre de 1945 hubiese sido mucho menos potente. Somos una ciudad que fue cuna de la resistencia peronista, porque también fue la ciudad que más se benefició por las políticas del peronismo. En nuestra ciudad pudimos materializar la idea de movilidad social ascendente. Lanús se funda en 1944 y se llama 4 de junio (n.d.r: El 4 de junio de 1943 se produjo una “revolución” que derrocó al entonces mandatario Ramón Castillo. Por ese acontecimiento, un año más tarde, Edelmiro Farrel -oriundo de Lanús- asumiría la presidencia), ese es el nombre fundacional de nuestro distrito. En 1956, un año después de la Revolución Fusiladora, se hace una marcha muy grande por la resistencia del pueblo peronista de Lanús que acaba con muchos detenidos y mucha represión. La reacción que tuvo nuestro pueblo con la dictadura llevó a que la Fusiladora decida cambiarle el nombre. Siempre que hablo con los compañeros de H.I.J.O.S, cuando discutimos las cuestiones vinculadas a los DDHH, coincidimos en que Lanús también tiene un problema de identidad, en que a nosotros también nos robaron la identidad. No es una mera discusión semántica.
Yo me considero muy lanusense por todo eso. En lo personal, soy hijo de laburantes, mi viejo es metalúrgico -sigue yendo con la bici a las 3 de la mañana a laburar- y mi vieja hasta hace muy pocos años trabajadora doméstica. Creo que la política tiene que ser la herramienta que realmente trabaje por la movilidad social ascendente y no la herramienta que se use para producir un beneficio personal o esos “beneficios” que a veces cree tener la “politiquería” en su peor expresión. Nosotros también tenemos que tener un aprendizaje sobre esa experiencia. De alguna u otra manera todos abonamos a que la política se distorsione y a que no tenga que ver en el accionar con lo que plantea nuestra doctrina o con el motivo por el cual los mártires nos dejaron en el camino.
Tu espacio -De Lanús para Lanús- planteó en su momento un programa de gobierno alternativo a lo que llamaste “experimento porteño” de la actual gestión municipal. ¿Cuáles son las principales diferencias que tienen con el modelo de gestión de Grindetti para el distrito?
Es radical. Es el proyecto de ciudad. Uno de los tantos problemas que tenemos en el peronismo lanusense es que no nos ponemos de acuerdo. Y la verdad es que es muy difícil si primero no discutimos cuál es el proyecto de ciudad que necesitamos. Esto está arraigado a lo que decía anteriormente, nuestra ciudad siempre estuvo vinculada a la productividad, al trabajo y a los valores que eso genera en las familias y en los barrios. Grindetti vino a Lanús e importó un proyecto que tiene que ver con la CABA, dio por tierra la identidad histórica que tiene nuestro pueblo lanusense. Generó un apagón productivo y un masivo cierre de persianas -por supuesto en consonancia con las políticas nacionales- pero también desde las políticas distritales. Lanús era la tercer ciudad con mayor capacidad productiva en materia del cuero y sabemos que el cuero además fue la primer industria nacional. Es más, el primer saladero de Rosas -del que todavía quedan las ruinas- está en Lanús, en Monte Chingolo.
Grindetti desarrolló un boom inmobiliario, un sistema de holding empresarial donde cada 15 días promedio se firma un decreto de construcción de un nuevo edificio con esta idea de que Lanús sea una ciudad dormitorio. Ese es el proyecto político del intendente, generar una ciudad dormitorio donde el lanusense duerma en la ciudad pero no trabaje en la ciudad y que se arregle como pueda, cuando históricamente Lanús fue todo lo contrario.
Por supuesto que desarrollar una ciudad productiva conlleva una ingeniería compleja, porque tenés que generar primero el crecimiento industrial en la segunda ciudad más densamente poblada después de CABA, con medio millón de habitantes en 48 kilómetros cuadrados. Tenés que pensar en cómo el lanusense invierte en Lanús generando una tasa impositiva diferencial para alentar eso y generando un sistema logístico que permita la conectividad de los parques industriales. Nosotros planteamos en campaña el desarrollo de un polo tecnológico que genere trabajo joven, pero Grindetti no avanza con eso porque el polo tecnológico más grande de la Argentina funciona en Barracas, entonces debería pelearse con su verdadero jefe que es la Ciudad de Buenos Aires. Nosotros entendemos que tenemos que defender los intereses de Lanús y de nuestros vecinos por encima de todos los intereses, y estamos dispuestos a hacerlo porque ponemos a Lanús por encima de todo.
Todos los Estados municipales tenemos el desafío de pensarnos como Estados en el término más cabal del concepto. Somos una ciudad muy heterogénea donde aparecen nuevas demandas y donde el Estado tiene que poder generar una batería de políticas públicas con un objetivo específico: abordar todas las demandas y los deseos. Porque el peronismo también es eso, no se centra solamente en la necesidad sino también en el deseo. No es lo mismo un vecino del centro de Lanús que otro que vive en Monte Chingolo, en Villa Caraza u otro que vive en Villa Industriales, son todos vecinos de Lanús y el Estado tiene que poder absorber las demandas de todos. En síntesis, nuestro proyecto de ciudad es una ciudad productiva con justicia social y el proyecto de Grindetti es una ciudad dormitorio, con cada vez más marginalidad y con una concepción muy liberal de la ausencia del Estado y el protagonismo de los mercados.
Vayamos de Lanús a la Provincia entera. Si tuvieras que mencionar un líder bonaerense -histórico o contemporáneo- que te haya marcado, ¿A quién mencionarías?
Antonio Cafiero, sin ninguna duda. Podría decir Juan Manuel de Rosas también, pero Cafiero fue el último gran estadista de la Provincia de Buenos Aires, una persona que pudo pensar un proyecto provincial, y eso es una gran deuda que tenemos nosotros desde la política. No hago el análisis generando un ahínco en la coyuntura, porque la verdad es que Axel es un compañero que tiene todas las condiciones para saldar este desafío histórico, pero indudablemente nosotros tenemos que construir la identidad bonaerense y tenemos que construir esa amalgama entre la identidad conurbana y la identidad del interior de la Provincia. Hay que redescubrir nuestra matriz productiva y qué valor agregado le damos al agro, que distribución nos damos en torno a eso, no solamente en términos económicos sino también en términos habitacionales. Los cordones del conurbano son inviables con este nivel de saturación de la población, tenemos que pensar mecanismos que puedan generar una desconcentración garantizando la conectividad, el buen vivir y el trabajo en todos los rincones de la Provincia. Hay una deuda muy grande en torno a eso.
A las ciudades del conurbano las fundaron los autonomistas, que se congregaban en las instituciones intermedias y en las sociedades de fomento, en lo que generaron los anarquistas a fines del siglo XIX y que después terminó de fortalecer el peronismo. Nosotros tenemos una deuda con todas esas instituciones que hacen a la comunidad organizada, que para los que somos peronistas es el punto de apoyo fundamental para la construcción de la justicia social. Sabemos que la PBA es un gigante dormido que tiene muchos habitantes y poca capacidad para resolver sus demandas. Creo que hay que avanzar en un proyecto que tenga ese espíritu y resalto a Cafiero porque fue un hombre que siempre puso a la política por delante.
El Peronismo supo comprender a la sociedad civil y elaboró una plataforma electoral que la represente. Ahora le toca gobernar, ¿eso implica pasar de simplemente representar a transformar la sociedad?
Sí, sin duda. En esta elección, de una manera estratégica y gracias a la generosidad e inteligencia de Cristina -tenemos que reconocerlo, así como en su momento fuimos muy críticos de las decisiones de la conducción y del liderazgo que ella tiene sobre nuestra sociedad- logramos una estrategia electoral muy acertada. Construimos una unidad electoral ganadora, ahora el desafío es traducir esa unidad electoral en una unidad política y esa unidad política en una ejecución monolítica de la gestión. Para eso necesitamos ser generosos y poner a la política por delante, pensar en la Patria y no pensar en llevar agua para nuestro molino.
El peronismo históricamente trascendió, entre otras cosas, porque fue la mejor gestión de la historia argentina. Muchas veces nos olvidamos de eso, nos aferramos más a la mística y no a la trascendencia de su gestión. Los que nos decimos peronistas tenemos que tener una preocupación muy grande en nuestra formación, en adquirir nuevas herramientas, en generar un desarrollo y una integración plena de la tecnología en la política. El otro día lo hablaba con (Juan José) Mussi y coincidíamos: Perón en estos tiempos estaría parado frente a un LCD de 2000 pulgadas tocando todo los botones, tratando de desarrollar al máximo la tecnología. ¿A qué voy con esto? A que indudablemente nuestra transformación tiene que estar ligada a la gestión, pero la política va más allá de eso. Cada proyecto político elige un sujeto en el cual respaldarse para transformar, el del peronismo fueron las y los trabajadores. Ahora, más que nunca, tenemos que volver a fortalecer cual es el sujeto en el cual nos vamos a apoyar para generar las transformaciones. Tiene que ser el trabajador, que no es el mismo tipo de trabajador que había en el primer gobierno peronista; porque cambió el mercado, cambiaron los sistemas laborales; pero es el único sujeto que pelea la riqueza contra el capital concentrado, apátrido e insensible.
El peronismo es el único movimiento que pone en el centro de su gravedad política no a la necesidad sino al deseo. Lo discutía hace unos días con un compañero al cual respeto mucho -con quien jugamos la interna en las PASO- y que desarrolló una campaña muy importante y muy loable en torno al hambre. Yo le decía que, desde la política, es totalmente inmoral decirle a los sectores populares que si nos votan vamos a resolver el problema del hambre. Porque los sectores populares no quieren únicamente comer todos los días, quieren además estar mejor. Quieren tener una habitación para cada uno de sus hijos, irse de vacaciones, tener un auto y poder ir a la universidad. Es decir, el peronismo tiene que volver a rondar sobre el deseo y no tanto sobre la necesidad, porque eso es lo que generó también la movilidad social ascendente. Si nosotros no materializábamos el deseo era impensado que el hijo del barrendero sea ingeniero. Y eso se lo logró por gestión pero principalmente por la concepción política y cultural de transformación que tuvo y tiene el peronismo.
¿Cómo puede el peronismo pensar un modelo de país en este contexto de crisis?
Yo creo que, primero, avanzando en saldar todas las deudas internas que tenemos. En el mundo no existe un país competitivo sin las cuestiones básicas garantizadas para la gran mayoría de los habitantes. También podemos ser la Argentina del Centenario, de 1910, una Argentina “granero del mundo” pero sin ningún tipo de distribución o de justicia social puertas adentro. Hoy en día, nosotros no podemos pensar el pleno empleo. Hoy en día el empleo formal no tiene capacidad de absorber toda la demanda de mano de obra que existe. Emilio Pérsico siempre dice que si nosotros soñamos utópicamente que Argentina crezca al 4% anual generaríamos en el sector privado 250.000 empleos por año: totalmente insuficiente para resolver nuestros problemas. Aparecen otros mecanismos, de lo que nosotros denominamos la economía popular, que tiene un rol para acercarnos a los niveles más altos de empleo con calidad laboral.
Nosotros no somos un país predecible, y eso está vinculado fundamentalmente a nuestra política exterior. La política exterior tiene que ser lo más unificada posible, porque eso nos garantiza sostener un nivel de estabilidad que nos va a permitir también desarrollar políticas hacia nuestra nación. Si nosotros tenemos un país que cada cuatro años nos endeuda por cien y después tenemos un gobierno cada ocho que empieza a renegociar la deuda y a acercarse a los niveles de igualdad, pero después vuelven y nos endeudan de vuelta por cien años, lo único que vamos a hacer es estructurar la pobreza. Y ojo con eso, es lo que más tenemos que combatir. En los países subdesarrollados el capitalismo financiero se nos vende como amigable, pero su único objetivo es estructurar la pobreza: es pelear qué porcentaje de pobres vamos a dejar en nuestro país.
Si nosotros estructuramos la pobreza entregamos a una generación, y a toda la Argentina, al abismo. Porque sin niveles de igualdad, sin niveles de justicia social no podemos pensar en un país que produzca, que genere valor agregado y que sea competitivo en el mundo. Nuestro rol en la estructura económica del mundo va a ser siempre vinculado a la agroexportación, al negocio de unos pocos al costo del hambre que muchísimas hermanas y hermanos hoy están atravesando. Tenemos que avanzar en un pacto social con los que generan trabajo, con los trabajadores, y con un Estado muy presente, que pueda equilibrar la balanza siempre a favor del que menos tiene. Si conseguimos que esas partes se pongan de acuerdo en un proyecto de país de tres o cuatro puntos, vamos a poder empezar a vislumbrar una identidad nacional.
Actualmente te desempeñas como Director Nacional de Asuntos Políticos de la Secretaría de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y sociales. ¿Qué desafío supone esta nueva responsabilidad?
Mi objetivo es darle un perfil territorial a la Jefatura, y cuando digo un perfil territorial me refiero a poner en agenda muchas cuestiones que la política, por su vorágine particular, deja en segundo o en tercer plano. Nosotros asumimos el diez de diciembre y no hemos resuelto los grandes problemas que tenemos en la Argentina, sobre todo en los sectores más golpeados. Por supuesto, no por una indefinición de Alberto; todo lo contrario, Alberto es un batallador incansable y le obsesiona generar mayores niveles de justicia social. Pero nosotros tenemos que reconocer esto, no podemos barrer la mugre abajo de la alfombra.
Lo decía al principio: soy un militante de la causa nacional justicialista. Los cargos son puro cuento. Lo que tenemos que tener es una fuerte identidad de nuestra militancia también en la gestión pública. El peronismo, históricamente, es trabajar por el que menos tiene, por el más necesitado. Ahora estamos trabajando con la Asociación Nacional de Electrodependientes por ejemplo, que hace unos años impulsaron una ley para el sector que todavía no se cumple del todo, y en los barrios más humildes es peor la situación porque el acceso al servicio de luz es muy precario. En torno a esto pudimos construir una mesa interministerial para abordar este tema desde todas las dimensiones. Estas cosas, que tienen que ver con aportar a tener niveles de igualdad, tienen que ser parte de la agenda pública.
Lo mismo estamos haciendo con la nocturnidad. El caso Báez volvió a poner en escena que el Estado desaparece a la noche. Vemos que hay una connivencia entre empresarios de la noche y sectores de las fuerzas de seguridad, a costa de la salud y la integridad de todos nosotros.
Nuestro desafío es hacer que la Jefatura de Gabinete tenga un correlato con lo que se dice en la ranchada más humilde de nuestra Patria. Nosotros tenemos que romper el divorcio que este sistema fue generando entre la política y los sectores populares. Ahí donde realmente se construye la Patria la política tiene que estar, y nosotros tenemos que ser un correlato de eso. Si no es para la gilada, es para la tribuna. Porque es fácil hablar de los problemas de los políticos, pero eso no resuelve el problema de fondo, genera un ambiente cálido entre los políticos pero la política es incomodar. Néstor Kirchner nos empujó a eso. Nosotros nos sumamos a militar por irreverentes, porque siempre hay una irreverencia que canalizada en términos políticos no es una rebeldía sin causa sino una transformación concreta de cada uno de los problemas que tenemos. Se trata de generar un eco coherente entre lo que pasa abajo y lo que podemos desarrollar desde acá.

Esta sección de perfiles políticos se llama #Herederos por el cántico popular: “somos los herederos de Perón y de Evita”. Vos como heredero, ¿qué lugar pensás que debe ocupar la juventud en la actualidad? ¿Qué podemos aprender de las juventudes anteriores, de los 90, de los 70, el 2001?
Yo creo que siempre ocupamos el rol más dinámico de la política. Me parece que nuestro rol tiene que estar en profundizar el sano disenso. Tenemos que ser un poco más irreverentes en un montón de cuestiones, tenemos que tratar de correr los márgenes de lo posible. No nos podemos entregar a esta lógica acomodaticia del sistema y aislada de nuestra sociedad. Tenemos que tratar de generar las condiciones para que las generaciones que vengan puedan hacer de la política muchísimas más cosas. Tenemos que sacarle más músculo a la política, interpelarla, interpelarnos: ¿por qué no podemos avanzar en la urbanización de todos los barrios populares? ¿por qué no podemos generar mayores niveles de justicia social? Tenemos que tratar de generar las condiciones que permitan que la política, como diría Aristóteles, abrace a toda la comunidad y que pueda tener un protagonismo en función de los intereses populares, que es por lo que nosotros llegamos hasta acá.
La juventud de los 70 fue una generación de patriotas, como la de los 50. Nuestro primer desaparecido fue un obrero metalúrgico, un joven, Felipe Vallese. Nuestra primera mártir fue Eva Perón, primera militante de la JP. La juventud de los 70 fue una generación de patriotas, con errores o no (con el diario del lunes es fácil leerlo) que no dudaron un segundo en dar su vida para generar una transformación, no para ellos, sino para las generaciones que vinimos después. Y nosotros hoy estamos acá, y yo, que soy hijo de una empleada doméstica y de un obrero metalúrgico, puedo ser Director Nacional en Jefatura de Gabinete por esos compañeros.
Nosotros tenemos primero que honrar esa memoria siendo coherentes con los valores que nos trajeron hasta acá, aunque muchas veces es difícil. Hay que aprender de las juventudes de los 80 también, una época muy difícil para el país, donde surgieron los mentores de las Organizaciones Libres del Pueblo que, en los 90, generaron desde Cutral Có hasta el “piquete y cacerola”, herramientas para producir transformaciones en nuestra sociedad. Tenemos la posibilidad de aprender de diferentes facetas de nuestra historia. Nacimos en Democracia: tenemos otra visión y otras garantías en torno a eso.
Vos hablabas del sujeto histórico del peronismo, que es el Pueblo trabajador. En los últimos años, a partir de la experiencia de la CTEP y la UTEP, está el debate sobre un nuevo tipo de trabajo. Los trabajadores de la economía popular, ¿son los descamisados del siglo XXI o son un nuevo sujeto histórico?
Yo que creo que son las dos cosas. Si lo ponemos en términos de roles dentro del proceso histórico, yo siempre digo que son los descamisados del siglo XXI, porque el Estado históricamente les dio la espalda, porque a pesar de que el sistema generó las condiciones para tirarlos del ring, fue la voluntad de un pueblo organizado la que los volvió a subir al ring, a organizar su propio trabajo, como un mecanismo de defensa. Después nos dimos cuenta de que ahí está el antídoto para poder generar otro sistema económico y social posible, porque la economía popular no es solamente un desarrollo vinculado a lo económico, sino que también tiene determinados valores de la sociedad que queremos construir: la solidaridad y el asociativismo son imprescindibles.
Al menos un 30% de la sociedad son trabajadores de la economía popular. Es como decía anteriormente: hoy, aunque volvamos a encender todas las chimeneas del país, va a haber gente desocupada. Primero, porque es inviable en términos objetivos, encender todas las chimeneas. Y aun así, no podríamos generar pleno empleo. Como dice el Papa Francisco, que para mí es una voz faro en todo el proceso político mundial: ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna familia sin techo. Tierra, techo y trabajo. Esos tres valores tienen que regir a la política en este momento que estamos atravesando.
Nosotros no podemos resignar pelear por el derecho al trabajo, pero tenemos que entender desde la política que el sistema formal, como lo teníamos concebido hace 30 o 40 años no va a saldar esa necesidad. Y la economía popular apareció como un eslabón que no sólo puede generar trabajo sino también generar otros valores dentro de la sociedad. El Estado tiene que adoptar y reconocer ese mecanismo, lo que todavía cuesta. Cuesta mucho: recién el de Alberto Fernández es el primer gobierno que habla de la economía popular y que empieza a tomar medidas en torno a esto. Porque resuelve un tema vinculado directamente a la fuente de ingreso de las familias argentinas.
Si nosotros organizamos ese sector, indudablemente podrán ser los descamisados del siglo XXI. Porque todavía el sector no está organizado: la UTEP representa un sector muy chico de todos los trabajadores y trabajadoras de la economía popular. Si logramos generar diferentes niveles de articulación en la economía popular, reconocerlo dentro del Estado y el mundo político, ahí va a tener una inserción completamente diferente y va a ser un aditivo que nos va a permitir direccionar el proyecto de país hacia otro lugar. Y un punto de apoyo importante, porque los trabajadores de la economía popular fueron los que en la calle le pusieron un freno al macrismo. Sectores cada vez más grandes del movimiento obrero los ven como aliados estratégicos: son el movimiento obrero organizado, pero con diferentes sistemas laborales.
Es un sector estratégico, primero para resolver lo más urgente que es el problema del ingreso salarial de las familias. Segundo, es un dispositivo político, porque es una voz que, organizada y ordenada, puede inclinar hacia los sectores más olvidados u odiados por este sistema transnacional.