Escenarios de una competencia estratégica
Por Maite García Urruty* y Gabriel Alejandro Orozco**
“Juego curioso. La única manera de ganar es no jugar.”
Joshua – WarGames (1983)
Mientras muchos se preguntan cuál será el futuro del orden internacional, se mantiene en suspenso un fenómeno que puede ser crucial. Las dos potencias globales, Estados Unidos y China, se disputan continuamente el control de los diferentes niveles de poder a escala internacional. Ello implica la búsqueda del dominio geoeconómico de las instituciones, el comercio y la tecnología. El corolario es una progresiva interdependencia administrada en función de dos polos en coexistencia volátil.
Una contienda de titanes sobre un tablero digital
La realidad internacional está atravesada por una revolución industrial inédita en tecnologías disruptivas. Para el director del Foro Económico Mundial Klaus Schwab, dicho proceso supone “la fusión de estas tecnologías y su interacción a través de los dominios físicos, digitales y biológicos”. Las consecuencias de estas dinámicas son tales que pueden cambiar el balance de poder económico y militar entre gobiernos y corporaciones.
Para lidiar con este fenómeno, tanto China como Estados Unidos han desplegado estrategias nacionales diversas. Por su naturaleza y contenido, las mismas conllevan una competencia tecnológica a gran escala, cuyo efecto más visible es una guerra comercial en torno a aranceles y servicios. Por un lado, el enfoque chino ha consistido en una política industrial asertiva dirigida a convertirse en la principal potencia tecnológica siguiendo su programa Made in China 2025. Por otro lado, el gobierno estadounidense se ha enfocado en contrapesar dichas acciones. Para ello, se ha hecho uso del proteccionismo arancelario, bloqueo de inversiones y acciones judiciales desde la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional en 2017.
La globalización puesta a prueba
El resultado hasta el momento presente ha consistido en un pronunciado desacople de ambas economías a través de la disminución del comercio en tecnologías digitales (9 billones de USD), un estancamiento de la cooperación tecnológica bilateral (talento, financiamiento y transferencia de recursos) y una fragmentación de las cadenas de valor. En consecuencia, ambos países han buscado su autosuficiencia, acudiendo a recursos propios y a aliados en Europa y Asia-Pacífico.
Los efectos secundarios se han expandido hacia una erosión del multilateralismo expresado en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y una división de la gestión tecnológica mundial en dos modelos que parecen antitéticos. Ambos se ven atravesados por concepciones distintas de la relación entre el Estado y la sociedad. Por consiguiente, el mercado mundial se reduce diariamente, así como la distancia entre competidores. El balance se encuentra en favor de China, especialmente en la tecnología 5G e Inteligencia Artificial (IA).
Actuar estratégicamente en base a la evidencia
Teniendo en cuenta estas circunstancias, es imperioso elaborar mapas mentales que permitan a toda la población ser consciente de las consecuencias del proceso en marcha y habiliten a las autoridades tomar decisiones basados en la evidencia. Es así como surgen dos escenarios que abarcan las diversas posibilidades y tienen en cuenta la gran incertidumbre reinante.
Escenario 1: profundización del desacoplamiento tecnológico
De continuar las hostilidades entre ambas potencias, se tendrían claramente efectos de suma cero. En referencia a Estados Unidos, como lo han manifestado recientemente el gobierno británico y empresas como Micron e Intel, un mayor proteccionismo se traduciría en una fuga de empresas, talento y aliados internacionales hacia otras latitudes. Asimismo, dicha actitud involucraríamayores conflictos al interior de la administración norteamericana, lo cual se vería reflejado en una posición marcadamente aislada en los foros multilaterales.
Por otra parte, en el caso de China, un conflicto más duradero se traduciría en una profundización de sus impulsos hacia la autosuficiencia. Para conseguir dicho objetivo, el país aprovecharía su gran mercado interno (1.4 mil millones) y sus plataformas de infraestructura y finanzas actuales (Ruta de la Seda, Banco Asiático de Inversión en Infraestructura). Ello le permitiría captar alianzas con gobiernos afines a occidente (Corea del Sur, Japón, India) y potenciar su hegemonía tecnológica a través de las redes existentes.
Este escenario tiene escasas probabilidades de escalar en su intensidad y de perdurar en el tiempo. Esto se deriva del grado de interdependencia entre ambas economías y en los intentos persistentes de las empresas tecnológicas por encontrar lagunas legales para continuar sus intercambios.
Escenario 2: interdependencia administrada
Como ha sido evidenciado en los diversos foros internacionales, es necesario preservar la autonomía de los Estados en cuanto a sus complejos sociales y culturales. Asimismo, la interdependencia en todos sus niveles y áreas es tan intensa y contínua que se vuelve imperioso mantener canales para la difusión del conocimiento y la coordinación. Por lo tanto, se plantea que otro escenario posible es uno en el cual los competidores se comprometan a mantener plataformas de gobernanza tecnológica que les permitan gozar de una autonomía que garantice su política industrial y estilo de gobierno interno. Al mismo tiempo, dichas estructuras pueden expresar la flexibilidad para que individuos, organizaciones y empresas traspasen las fronteras y encuentren proyectos en conjunto. De esta manera, se podrían potenciar las oportunidades de cooperación y mitigar los peligros de un mundo dividido en dos civilizaciones.
Esta visión es plausible debido a que existen instancias en las cuales ambos países pueden integrarse sin resignar su forma de gestionar lo público. En este sentido, la OMC y la familia de Naciones Unidas se presentan como casos en los cuales una reforma no sólo es posible, sino crucial. Más allá de las dificultades actuales, la historia demuestra que ante situaciones de crisis existencial pueden tomarse decisiones antes impensadas. Un indicio de esto pudo observarse durante la crisis del 2008, la cual dio origen al G-20 como mecanismo informal y efectivo de solución de problemas globales.
Conclusiones
La experiencia demuestra que existe una necesidad doble de mecanismos de gobernanza efectivos a nivel internacional y de medidas que aseguren un resultado mutuamente beneficioso a esta contienda. En la situación actual, la consecuencia más previsible es una de debilitamiento mutuo asegurado con dos esferas de influencia irreconciliables a largo plazo. Para mitigar este escenario y mejorar sus perspectivas, las instituciones se muestran necesarias para resolver problemas de acción colectiva y fallas de gobierno. A su vez, el pragmatismo también exhibe su utilidad ante un contexto de grandes riesgos e incertidumbre. Es así como toda solución deseable es producto de la gestión consciente de la interdependencia.
Asimismo, teniendo en consideración la gran transformación económica y política que supone la pandemia del COVID-19, elentorno es cada vez más volátil. ¿Cómo garantizar un proceso de globalización tecnológica cuando las necesidades sanitarias se superponen a la eficiencia y la calidad de los intercambios? El horizonte requiere pensar estratégicamente, enfocarse en los intereses de las poblaciones, actuar de forma consensuada y aprovechar los beneficios de la cooperación a nivel multilateral.
* Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador)
** Licenciado en Ciencia Política y de Gobierno (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales)