Lucila de Ponti es diputada provincial por Santa Fe y militante del Movimiento Evita. Fue diputada nacional (mandato cumplido) y cuenta que empezó a militar después de leer “La voluntad”. Sueña con una política del atrevimiento, una política de perfil territorial, que resuelva la situación de indignidad en la que viven millones de argentinos y argentinas y que sea capaz de fundar una nueva institucionalidad democrática.
La conversación se lleva a cabo, naturalmente, de manera virtual. Ella “nos recibe” en su oficina del recinto santafesino. Detrás suyo, la cámara deja entrever un cuadro de Evita y dos banderas: la nacional y la de su Provincia. Le advertimos que queremos charlar de los asuntos de “fondo”, que queremos saber su mirada acerca del peronismo en el siglo XXI, del feminismo, del problema del narcotráfico, de la religiosidad popular, de la literatura incluso. Acepta.
Por último, le contamos que la fecha de publicación es el 26 de Julio, día en que se evoca el recuerdo de Eva Perón y su entrega por la causa de los humildes. Eva, esa mujer que amó y fue amada; la que todavía vuelve, invocada en los recuerdos y en las lágrimas de muchos ojos arrugados, en las banderas de las nuevas generaciones, que enarbolan su memoria para extender su hondo legado. Lucila reverbera esa actitud revolucionaria que Evita le imprimió a la historia peronista. celebra una política transformadora sin desprenderse del marco de lo posible, pero busca ampliar ese marco, porque la historia es de arena y allí no hay límites que trazar.
Lucila, te proponemos arrancar por la inmediatez de lo urgente. Estamos probablemente en el momento más álgido del avance del virus, pero a su vez el país en su conjunto comienza de a poco a flexibilizar la cuarentena, a ordenar la salida. Sin duda, el proceso de construcción de una nueva normalidad estará profundamente condicionado por las consecuencias de la crisis sanitaria, dejando al descubierto el costado más descarnado de la Argentina: muchísima pobreza y una desigualdad social agudizada. ¿Qué agenda proponen las organizaciones sociales para el, tan mentado, “día después” de la pandemia?
Llevamos tantos días de cuarentena extendida porque se priorizó obtener algunos resultados sanitarios que tenían que ver con el concepto que incorporamos: achatar la curva de contagios para lograr que el sistema sanitario no estuviera colapsado y eso, en la gran mayoría de las provincias, se pudo lograr. La situación más complicada se vive en la Provincia de Buenos Aires y en Ciudad de Buenos Aires, donde igual se está haciendo un gran esfuerzo para contener la curva. El trabajo realizado nos ha permitido reducir el número de muertes y pacientes de manera considerable y esto tiene que ver con el labor de todos los argentinos de respetar la norma.
Creo que ya estamos viviendo en una nueva normalidad (o normalidad modificada), no podemos hablar de un “día después” como punto de inflexión ya que progresivamente vamos ingresando a una reactivación de lo cotidiano y de las actividades económicas, que van tomando nuevas características. En los meses venideros vamos a tener índices muy graves en términos de lo social, recesión económica e índices de pobreza altísimos, que incluso han sido atemperados por las decisiones del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales con una gran inversión de recursos a los sectores más desprotegidos. La reactivación económica tiene que darse con planes de fomento a la industria, fábricas, líneas crediticias y el rol de los bancos pero también la reactivación económica que tiene que darse por abajo, me parece la más importante porque tiene un raigambre social y humano muy profundo. Se tiene que fomentar que los circuitos locales y de trabajo informales vuelvan a tener una dinámica y movilidad que les permita generar ingresos y recomponer las economías domésticas que están sumamente golpeadas. En ese sentido, esta crisis nos presenta una posibilidad de poder abordar con políticas estatales las desigualdades que tenemos en nuestro país desde los cimientos de nuestra democracia y que, lamentablemente, después de la implementación del modelo neoliberal de los 90 han quedado muy arraigadas en nuestra estructura socio-económica. El indicador más elocuente de esto fue la enorme cantidad de personas que se anotaron para cobrar el IFE, si bien algunos argentinos no pudieron cobrarlo, casi diez millones si pudieron hacerlo porque sus condiciones laborales lo permiten. Esto quiere decir que están por fuera de la relación salarial clásica: no acceden a ninguno de los derechos laborales que los trabajadores argentinos han conquistado a lo largo de la historia.
Esta es una realidad que no nació con la pandemia sino que se vió agravada por el contexto de pandemia. Ahí está la cuestión urgente de la Argentina: construir una nueva institucionalidad que pueda proteger a todos esos trabajadores e incorporarlos al mundo del trabajo que es un mundo distinto al de mediados de los años 50’, donde el objetivo seguía siendo el pleno empleo en el marco del mercado formal del trabajo. La institucionalidad que tenemos que construir no tiene que descansar en la expectativa de que el mercado formal de trabajo los absorberá ya que es algo que hace décadas no sucede y que ha dejado a muchos argentinos/as en la desprotección. Las organizaciones sociales estamos impulsando ese debate, que es visto con buenos ojos en muchos ministerios y particularmente en el Ministerio de Desarrollo Social. Este debate tiene que ver con el concepto de “ingreso universal”, pero lo que nosotros decimos es que el Estado debe garantizar un salario social vinculado a la realización del trabajo que está por fuera de los marcos del mercado formal y que es de una gran importancia social, ambiental y comunitaria.
El pasado 14 de julio asesinaron en Rosario a Eduardo Trasante, pastor “piquetero” y un personaje sumamente singular y controversial en la política. ¿Qué enseñanza deja al interior del campo nacional-popular la figura de Trasante y la religiosidad popular integrada a los proyectos progresistas?
Eduardo Trasante fue un compañero que tuvo una vida marcada por hechos trágicos, uno de ellos fue muy importante para poner en agenda la inseguridad y la violencia que se vive en nuestra ciudad, un problema de larga data que requiere de un compromiso muy fuerte de todos los sectores políticos. Este problema, con el cual los santafesinos convivimos hace tantos años, perjudica los proyectos de vida de nuestros jóvenes en los territorios. En ese contexto tan difícil, la figura de Eduardo Trasante, desde el ejercicio de una religiosidad popular y muy vinculado a estos proyectos de vida con dificultad para insertarse institucionalmente -porque él trabajaba mucho en las cárceles-, supo expresar este vínculo entre política y religiosidad popular, evidenciando que pueden tener muchos más puntos de encuentro que los que a veces imaginamos. En los últimos años, en Argentina y en otros países del mundo, vimos como muchos de estos movimientos arraigados a la religiosidad popular terminan siendo funcionales a proyectos políticos conservadores restrictivos en términos de derechos. Trasante era todo lo contrario, desde su prédica pastoral, desde su lugar de fe, promovía y promulgaba otros objetivos. Para los que creemos que existe una religiosidad popular vinculada a la liberación de nuestro pueblo donde lo fundamental es la relación humana con el otro y la posibilidad de ayudar y proteger, de encontrarse para construir un proyecto transformador, para los que creemos en la misión cristiana de Jesús que también se sostiene en estos preceptos, Trasante fue una persona que abonó mucho a esa idea.
Lo que pasó fue realmente muy trágico. Esperemos que se puedan determinar las causas de su asesinato y que se haga justicia para que su familia puede tener, al menos, ese reparo.

Santa Fe -y Rosario en particular- viene siendo laboratorio de experimentos políticos muy interesantes. Con esto nos referimos tanto a la experiencia religioso-política, como al modelo de seguridad del ministro Saín y también al nuevo tipo de peronismo conformado en la alianza electoral del 2019. ¿El modelo Santafesino de amplitud y convivencia heterogénea es un ejemplo del camino que propone Alberto Fernández para la Argentina?
Creo que Santa Fe tiene muchas cosas para aportar a la política nacional. Nuestra política nacional tiene una tendencia a ser porteño-céntrica, digamos, o bonaerense-céntrica, y dejar un poco de lado las experiencias que se dan en las provincias. La particularidad de Santa Fe es que es una de las cuatro provincias más importantes, con mayor densidad poblacional, con los centros urbanos más grandes del país, entonces tiene cierta relevancia. En 2017, acá, el peronismo hizo una experiencia de internas que terminó después en un proyecto de unidad, que de alguna manera también terminó cuajando en el proceso electoral de 2019. Nos enorgullecíamos de haber sido punta de lanza de esta posibilidad de la unidad entre sectores, con matices, con diferencias en algunos temas pero con muchos más puntos en común y con la posibilidad de trazar una estrategia transformadora para la provincia. Hoy, en la gestión del peronismo en la Provincia de Santa Fe, se muestra una heterogeneidad enorme, consolidar esos puntos de encuentro es un camino difícil y trabajoso pero muy importante.
Yo pienso que el camino de la unidad en la diversidad es un camino que no tiene punto de llegada: hay que estar todo el tiempo construyéndolo. No es que en un momento uno dice “bueno, estamos en un contexto de unidad y las diferencias, nuestras trayectorias distintas desaparecen”, porque esto sería anular los matices y también restarle riqueza a la diversidad de estas construcciones. Me parece que la tarea hoy es poder seguir paso a paso consolidando esa situación y esa estrategia de unidad, y es lo mismo a nivel nacional, donde tenemos un gobierno de coalición que está compuesto por un montón de sectores que en los años previos habían estado enfrentados. Todos los sectores tienen la misma voluntad de poder promover un proyecto político transformador, que amplíe derechos, que transforme la realidad pero garantizando una calidad de vida mejor para los sectores más desprotegidos. La democracia y el país con el que yo sueño, y al que quiero que caminemos, es ese que pueda resolver la situación de indignidad en la que viven millones y millones de familias argentinas, familias de la provincia de Santa Fe. Y me parece que, en la medida en que podamos tener claro eso, se hace más fácil poder transitar este camino cotidiano de seguir consolidando la unidad.
Alberto suele hablar de un país federal, y plantea que la pandemia está siendo una oportunidad en ese sentido. ¿Vos estás de acuerdo?
Sí, totalmente de acuerdo, creo que la oportunidad de plantear estos temas nodales y estructurales es ahora, cuando estamos discutiendo y definiendo cómo vamos a empezar a vivir en la “nueva normalidad” y cuáles son las cuestiones fundamentales. A veces se dice “no es ahora el momento para plantear lo de Vicentín” o “no es ahora el momento para plantear un salario universal”, “no es ahora el momento para plantear cuestiones de este tipo”; para mí es todo lo contrario: ahora es el momento para dar estas discusiones. Aunque no puedan terminar todas cristalizándose en políticas públicas efectivas, esos debates, en el plano de la batalla de las ideas, no hay que abandonarlos, hay que profundizarlos porque es ahora cuando estamos discutiendo el mundo que viene. Y si nosotros de esto nos resignamos a salir más pobres, con más concentración de la riqueza, con más concentración de poder en los sectores que transnacionalmente vienen gestionando esto, bueno, estamos perdidos, renunciamos a nuestra capacidad transformadora. A mi me parece que es al contrario: como lo hace Alberto, plantear los debates fundamentales ahora.
Entendemos que “buscarle una solución” al problema del narcotráfico es un desafío largo y difícil que reúne muchos factores, sin embargo, es una de las preocupaciones más grandes que tienen los/as santafesinos/as, ¿Qué medidas paliativas pensás que son útiles para abordar ese conflicto?
Para nosotros, en la provincia de Santa Fe, es una de las cuestiones más trascendentes y que hemos tenido menos capacidad de resolver, tanto nosotros en este corto período de gestión como la gestión anterior. Y no lo veo como un problema de un solo sector político, lo planteo como un problema que tenemos que asumir institucionalmente todos los sectores que formamos parte de la dirigencia santafesina.
Yo no tengo, por supuesto, la llave de cómo se resuelve esto, no tengo la respuesta. Lo que sí creo es que tiene que haber un acuerdo importante, un gran acuerdo, y que tenemos que avanzar hacia una reestructuración de nuestro sistema de seguridad pública, que es lo que viene planteando Saín a partir de tres leyes está proponiendo para discutir en la legislatura, que tiene que ver no sólo con modificar la institución policial, sino con crear un sistema de seguridad pública en Santa Fe que pueda ser eficiente, que pueda ser confiable, que pueda ser transparente, que pueda alcanzar los objetivos que se le plantean a cualquier institución de este tipo, que esté profesionalizada, que esté bien remunerada, que recupere el prestigio social y que pueda garantizar la seguridad para el conjunto de los ciudadanos.
Otro tema tiene que ver con cómo nosotros intervenimos para disputarle la centralidad territorial que muchas veces tienen en nuestros barrios estas tramas vinculadas a las economías delictivas, que han ganado mucho territorio y que muchas veces han involucrado a sectores importantes de nuestra juventud en proyectos de vida que son absolutamente lesivos, que pueden tener un placer garantizado a corto plazo pero también derivaciones muy trágicas que les quitan toda posibilidad de pensar un proyecto de vida a largo plazo. Entonces ahí también hay algo que plantearse: cuál es el lugar, cuáles son las oportunidades y las opciones que nosotros le damos a nuestros jóvenes para competir con estos otros circuitos.
En toda la Argentina, pero en Santa Fe en particular, en las últimas décadas hemos vivido un proceso, en algunos aspectos, de degradación institucional que a muchos territorios los ha dejado absolutamente desamparados en relación a la presencia del Estado. Me parece que ahí hay una integralidad muy grande desde la que ver el problema. Una parte está lógicamente vinculada a la seguridad, pero otra parte es la intervención que debe darse sobre los territorios. Y esto es, por una parte, garantizar derechos y oportunidades, pero por otra parte, también poder garantizar condiciones dignas de habitabilidad. Hay mucho por hacer para combatir este problema de las economías delictivas, porque no es sólo el narcotráfico lo que sucede acá en Rosario, hay un montón de circuitos delictivos que tienen mucho más que ver con el control del territorio y con otro tipo de actividades también delictivas. Y después, otra parte, muy importante y que también suele ser la menos abordada, es cuando vamos para arriba, cuando vamos a ver qué pasa con la plata del narcotráfico, dónde termina, de qué manera se lava… Eso suele ser lo menos investigado porque ahí es donde se tocan algunos factores más vinculados al poder. Hay que desentrañar toda esta trama, tenemos que hacerlo con cierto grado de urgencia.
Estamos ya a pocos días del renombrado #8A, vísperas de lo que casi fue la materialización de una lucha histórica del feminismo. ¿Pensas que este año #SeráLey? ¿Qué desafíos y preocupaciones ves de cara a la implementación?
Es difícil saber si este año va a ser ley. Claro que quiero que sea ley, en la agenda de principio de año estaba dar el debate y poder contar con la ley. Pero lamentablemente, nos encontramos en una situación que ha modificado todas las previsiones y toda la agenda legislativa. Entonces, bueno, creo que quizá tendremos que tener un poco de paciencia para ver cuales son los tiempos en los cuales el gobierno y el congreso consideran adecuados para discutir esta ley. No tengo duda de que durante esta gestión va a ser ley, eso me parece que sí lo podemos afirmar, el Presidente ha expresado esa intención más de una vez y en el congreso hay una masa crítica, una mayoría construida. Seguiremos trabajando para juntar y reforzar los votos. Es un derecho que socialmente, cada vez más, va quedando claro que está conquistado y que es compartido por una enorme mayoría social que ha podido entender que este es un problema, estrictamente, de salud pública y de garantía de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. La institucionalidad argentina no puede seguir avalando un circuito de clandestinidad y dándole la espalda a mujeres que necesitan que el Estado las asista en este tipo de situaciones. Sobre esa premisa tan básica de la cual partimos me parece que hay un consenso cada vez más grande. Después podemos seguir profundizando y podemos hablar de la soberanía y la autonomía que las mujeres queremos tener sobre nuestros cuerpos, de nuestros proyectos de vida, de la decisión de la maternidad y el lugar que ocupamos en la sociedad; pero creo que, sobre el consenso de terminar con la clandestinidad y de garantizar la política de salud pública, cada vez hay menos dudas. Los desafíos para la implementación van a ser muchos, porque una gran parte de la resistencia a esta legislación proviene de sectores muy privilegiados que son parte de quienes ejercen la medicina, o que tienen la posibilidad de incidir en instituciones educativas o integran sectores religiosos. Pero bueno, me parece que con la herramienta de la ley vamos a poder salir a construir la garantía más amplia posible. Como todo, va a ser un camino trabajoso, pero va a ser un camino posible.

Volviendo a la batalla en el plano de las ideas y al pluralismo de posturas. Sabemos que estás trabajando fuertemente en la agenda de soberanía alimentaria y, por supuesto, Santa Fe tiene un rol central en cualquier plan vinculado a la agroindustria. En este sentido, ¿Qué rol cumple el llamado «Plan Perotti» y cómo crees que debería avanzarse sobre la participación estatal en Vicentín?
Si, para nosotros, en la Provincia de Santa Fe, es un tema muy importante. Creo que, de alguna manera, el denominado “plan Perotti” es el plan posible para intervenir inmediatamente en la situación que hoy tiene Vicentin. Hay una situación judicial que es bastante compleja y se necesita restablecer la confianza con el sector y poner un volumen de capital muy importante para que la empresa pueda volver a funcionar y quede garantizada, no sólo la continuidad de la actividad, sino también la posibilidad de saldar las deudas. En ese marco, el “plan Perotti”, la propuesta de la provincia, era la alternativa más viable frente a la primer iniciativa de Alberto. Con respecto a la intervención, la propuesta de la provincia redoblaba la apuesta, porque proponía una intervención por tiempo ilimitado y con algunas competencias en el proceso judicial. Una vez que se pueda ordenar la resolución del concurso y la puesta en marcha de la empresa, viene la discusión más interesante que es cómo se le continuidad a este gigante agroalimentario con tanto volumen de exportación que tiene la Argentina.
Yo en este tema tengo la posición de que la discusión no tiene que ser expropiación sí o expropiación no, me parece que no es necesario entrar en ese dilema, porque la participación estatal puede estar garantizada de distintas maneras. Lo que sí es indispensable es la participación estatal mayoritaria y la conducción del Estado en el proceso que se lleve adelante. Hay distintas maneras de lograrlo. Se tiene, también, que garantizar la participación de los sectores productivos de nuestro campo, de las cooperativas agropecuarias de la provincia, de los trabajadores -es fundamental mantener la totalidad de los puestos e incluso pensar en que se pueda conformar un directorio con una representación de los trabajadores- y sobre todo poder pensar en la funcionalidad que tiene Vicentín, como empresa con participación estatal, para la orientación y la dinámica de este sector de nuestra economía, que hoy está determinado por los intereses de lucro vinculados al agronegocio de algunos sectores concentrados que son quienes conducen este rubro. Hay que poder vincularlo al desarrollo del mercado y de la producción interna más pujante, ligado a la soberanía alimentaria y a la garantía del derecho a la alimentación; poder poner a una pata importante de ese sector empresarial a funcionar con otros objetivos. Va a ser un debate muy interesante y ojalá pueda llevarse adelante. Sino, lamentablemente, va a ser una empresa que termine achicándose, vendiéndose y extranjerizándose, con muchos acreedores, productores y trabajadores perjudicados y los dueños absolutamente enriquecidos.
Esta sección de perfiles políticos se llama #Herederas por el cántico popular: “somos los herederos de Perón y de Evita”. Estando a pocos días del aniversario de la muerte de Evita, ¿cuáles pensás que son los desafíos de la juventud en la construcción del peronismo del siglo XXI?
Bueno, ahí ven los cuadros de Evita que tengo acá en mi oficina, tengo muchos cuadros de Evita (risas). Yo creo que el rol de juventud tiene que ser, cómo una vez dijo Néstor, la audacia, la innovación, el atrevimiento. Los y las jóvenes tenemos que ser atrevidos en la política, porque si no nos atrevemos nosotros ¿quién lo va a hacer? Cuando estamos frente a problemas tan graves y a decisiones tan importantes, la juventud tiene que aportar esa audacia, esa energía, esa actitud de atrevimiento frente a los mandatos establecidos que parece imposible cambiar. Siempre nos dicen “esto no se puede hacer, nunca se hizo” o “las cosas se hacen así, ya está”, ¡y no! Hay que ser rebeldes frente a eso. Hay que atreverse a proponer ideas innovadoras que mejoren nuestras identidades políticas, nuestros proyectos y nuestra realidad. Yo a la juventud siempre la pienso así. Incluso creo que no tiene que ver con una cuestión de edad, la juventud es una cuestión actitud, de la actitud con la que uno elige participar en política y ser militante. El desafío es ese.
¡Metiste una referencia a Wos al final de la respuesta! La juventud es una actitud del alma.
¡Ah, mirá! No me di cuenta, yo estaba pensando en la canción “Atrevido” de Trueno, que se me pega mucho (risas).
Por último, si te pidiéramos que nombres 3 libros que hayan marcado tu vida o incluso tu camino político, ¿qué libros se te vienen a la cabeza?
¡Uh, qué difícil! Un libro que para mí fue muy importante es “La voluntad”, de Martín Caparrós y Eduardo Anguita. Lo leí cuando empecé a militar, estaba enamorada de la generación del 70 y ese libro me ayudó a conocer las dinámicas y el compromiso de esos jóvenes que soñaron con transformar la patria. Fue un libro que me marcó mucho. Después, bueno, “La razón de mi vida” de Evita. Yo a Evita la elijo por su actitud, por su compromiso frente a la vida y por su decisión de formar parte de un proyecto político con un conductor muy claro que era Perón, pero agregándole a ese proyecto una energía y una mística tan grande que creo que terminaron conformando un combo perfecto. Y por último, voy a elegir un libro más actual: “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, de Cristian Alarcón. Es un libro que yo usé para escribir mi tesis de grado, que me sirvió para romper un poco con los moldes de la academia y meterle más territorio desde lo literario y lo no-ficcional. Trata una historia trágica pero muy real de nuestros barrios y nuestra identidad popular, lo recomiendo mucho.