La amenaza fantasma: el imperio de las big tech

Sobre el cuestionamiento del Congreso de Estados Unidos a Google, Apple, Facebook y Amazon y el tweet de Cristina.

“Gobiernos del mundo industrial,
cansados gigantes de carne y acero,
vengo del ciberespacio,
el nuevo hogar de la mente.
En nombre del futuro,
Les pido a los del pasado que nos dejen en paz.
No son bienvenidos entre nosotros.
No tenéis soberanía donde nos reunimos”

John Perry Barlow

La semana pasada Sundar Pichai, Jeff Bezos, Tim Cook y Mark Zuckerberg -titulares de Google, Apple, Facebook y Amazon- fueron cuestionados duramente ante el panel antimonopolio de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes de Estados Unidos por su comportamiento anticompetitivo y desleal.

El Congreso norteamericano citó al grupo G.A.F.A. a dar explicaciones en medio de la guerra tecnológica y de información que protagonizan con China, y sumergidos en una pandemia mundial que ha reforzado fuertemente el traslado de los canales de comercio a plataformas digitales.

Durante más de un año, los principales legisladores del Congreso han estado investigando a las cuatro gigantes tecnológicas para determinar si las compañías abusan de su poder y dominio en el mercado en línea.

Es la segunda vez en 22 años que el parlamento toma este tipo de medidas para buscar el cumplimiento de leyes antimonopólicas frente a magnates de nuevas tecnologías. En 1998 fue Bill Gates el que confrontó a dicha audiencia cuando Microsoft fue cuestionada por manipular sus application programming interfaces (APIs) para favorecer a Internet Explorer por sobre navegadores de otros fabricantes y así monopolizar el sector.

En esta oportunidad, las discusiones fueron más variadas y extensas. Durante 6 horas se discutió sobre la utilización de los datos que obtienen estas empresas a través de sus servicios, así como de la circulación de información, la manipulación del comercio y la publicidad digital en sus plataformas, entre otras cosas. Los miembros del comité que los interrogaron sobre el creciente poder de sus empresas y su influencia en el panorama político, económico y cultural mundial.

Entre los highlights de la jornada estuvo el reconocimiento del presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, de la utilización de su compañía de datos de vendedores externos como información para sus propias decisiones de productos. La intervención de Bezos fue particularmente difundida por tratarse de la persona reconocida como la más acaudalada del mundo en este momento.

En otro orden de ideas, el eje del cuestionamiento hecho a Cook estuvo puesto en el favorecimiento de la App Store de algunos desarrolladores vinculados a sus intereses empresariales. Por su parte, Zuckerberg fue duramente cuestionado por las circunstancias en las cuales su compañía adquirió Instagram al describirla en correos electrónicos como una amenaza para Facebook. Finalmente, la cuestión central en relación a las prácticas empresariales de Alphabet radicó en la práctica de datos de Google.

También fueron sujetos a debate, particularmente por el arco republicano, los sesgos ideológicos de las aplicaciones para operar, lo cual fue reiteradamente desmentido por los empresarios. “No hay nada en el algoritmo que tenga algo que ver con la ideología política”, dijo Pichai en defensa del funcionamiento de Google.

Tal como hace más de dos décadas argumentó Bill Gates, los líderes del mercado digital cimentaron su defensa en que sus servicios habían creado más empleos y oportunidades económicas que cualquier otro sector de la economía, haciendo de Estados Unidos un líder en innovación. En particular Zuckerberg no desperdició oportunidad para traer a colación la guerra comercial y tecnológica con China y deslizó solapadamente una amenaza: la dispersión del poder del empresariado norteamericano podría redundar en una concentración alrededor de plataformas como TikTok u otras creaciones orientales.

Y lo cierto es que basta darle una mirada a la distribución del tendido de cables interoceánicos de fibra óptica y a la concentración de capital en estas empresas para vislumbrar la centralidad que ha adquirido el internet en el comercio internacional. Lejos ya de la ruta de la seda, de las especias y otras hierbas, hoy los canales de comunicación, intercambio cultural y relaciones de comercio son eminentemente virtuales.

Esto pareciera admitir algo de razón en el planteo de Zuckerberg y sus colegas. Sin embargo, el viraje de la postura norteamericana hacia una regulación del contenido y las prácticas de comercio que circulan en los tendidos de red cibernéticos se acerca a los reclamos de Macron y el Secretario General de la ONU en el Foro de Gobernanza de Internet de 2018.

Y paradójicamente se alinea también a este club el tweet de Cristina. Es que, si bien la denuncia que hizo la vicepresidenta argentina el jueves contra Google fue interpretada por algunos como un arranque adrenalínico ante el furor de un acuerdo con un sector de bonistas por parte del gobierno nacional, nada se aleja más de ese panorama de épica circense.

Hoy un amplio sector de la política internacional se enfrenta al desafío de ganar esta batalla para justificar su propia existencia. Las relaciones de comercio, la capacidad de recopilación de datos sobre la ciudadanía, el registro estadístico sobre las tendencias, emociones y necesidades poblacionales, así como los estímulos y segmentaciones de la información han salido de manera absoluta de la órbita de control de los gobiernos y pasado a manos de unos pocos privados.

Son estas empresas las que en la actualidad determinan la posibilidad de incorporación o la marginalización de un actor al mercado, son las que fijan agenda y segmentan a la población. También son las que administran miles de páginas de información personal sobre cada individuo de la mayor parte de la población mundial, las que desarrollan los softwares capaces de procesarla y las que emiten los estímulos que permanentemente llegan a los ojos y oídos de los consumidores.

En este asunto demócratas, republicanos, peronistas y socialdemócratas se encuentran equiparados. La capacidad de gestión del poder político depende de su posibilidad de intervenir en el mundo cibernético para no pasar a ser el famoso decorado, que se calla.


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