La mano visible

La inflación es de nosotros, las vaquitas son ajenas

"... los problemas de las economías del Tercer Mundo es esta industria limitada y los problemas de la balanza comercial que no permiten crear una industria pesada que rompa la dependencia (restricción externa)."

Por Ignacio Allende

La pandemia mundial está generando un sinfín de consecuencias en los niveles de actividad y empleo en todos los países del mundo. Es en estas circunstancias que hay un consenso generalizado en la comunidad internacional acerca de efectuar políticas fiscales expansivas tanto para apalear los efectos contractivos provocados por el COVID-19 como para abastecer de bienes y servicios a todos aquellos que no tienen los medios para subsistir.

            La Argentina recibe esta crisis con una limitación más: los capitales extranjeros después de lo experimentado durante la gestión Macri están decididos a no financiar el déficit fiscal del Estado argentino. Es así como el gobierno de Alberto Fernández aumenta la oferta monetaria para cubrir el negativo de las cuentas fiscales. La emisión monetaria, entonces, se convierte en el único sendero posible más que una decisión económica frente a una multiplicidad de opciones.

            Frente a este plan económico claramente provisorio es que en el debate público nacional ha revivido el debate de los efectos de la emisión monetaria y las causalidades de la inflación. Es en el plano de esta disputa en donde queda en evidencia uno de los puntos más carentes de desarrollo teórico por parte del campo nacional y popular. El problema sustancial de la flaqueza en materia de inflación en aquellos que militan por nuestros lares tiene una causalidad estratégica. Hemos asumido que la discusión se centra en si emitir dinero genera o no inflación. Nos hemos limitado a pensar en el punto de partida que estableció la teoría monetaria del dinero y nuestra máxima aspiración es antagonizar con ella en el plano de “sí” o “no”. De esta forma, cuando nos decantamos por el “no” nos olvidamos de darle una forma precisa a ese antagonismo de la teoría monetaria. Dicho en criollo; pecamos de gorilas y cometemos el error que ellos tienen en el campo político. “Toda la vida nos han dicho que la emisión es responsable de la inflación (…) y ahora que estamos emitiendo hasta en casa tenemos inflación del 2% ” (Navarro dixit).

            Es en este sentido que me he propuesto darle sentido y forma específica al antagonismo. Al escribir esta nota tuve como objetivo buscar y desarrollar las causalidades de la inflación en aquellos países que pertenecemos al Tercer Mundo periférico tan distinto de la centralidad del norte. El nodo central de mi hipótesis gira en torno a la doble dependencia perpetrada por la alianza oligárquico-imperialista a las mayorías nacionales. Este pseudocapitalismo feudal con fuerte limitaciones en su matriz industrial no puede resolver su rol en el capitalismo imperial y cae en constantes problemas con su balanza de pago que inciden en el tipo de cambio y en la moneda nacional.

            Por último comento que la idea es hacer un desarrollo de la hipótesis lo más accesible a aquellos que no tienen conocimientos en economía. Por este motivo consideré que el devenir histórico de la Argentina en el comercio internacional era la mejor forma de explicarla ya que al mismo tiempo que esta historia avanza lo hace la complejidad de su problemática. Esto nos va a permitir ir de menos a más en términos de dificultad por lo que, siguiendo la historia de la Argentina y el mundo, también podremos ir sumando capas de conocimientos necesarios para entender la problemática contemporánea. Una vez que lleguemos a la matriz económica contemporánea y compleja podremos entender cuáles son sus falencias estructurales en su relación con el mundo y por qué esta dependencia tiene a la inflación como una de sus tantas consecuencias.

Perspectiva histórica

Los comienzos de la Argentina en el comercio internacional (1880 – 1929)

Al mismo tiempo que la Argentina se consolidaba como Estado Nacional también se insertaba en un incipiente mercado global que durante todo el siglo XIX se había estado afianzando a partir del desarrollo industrial europeo. Naturalmente, esta expansión económica europea no era sostenible a partir de únicamente su sector primario. De esta forma apareció una demanda sin precedentes de materias primas en el comercio internacional. A la luz de esta demanda de los centros económicos mundiales, en la Argentina comenzó una disputa ideológica acerca del rol de la nación en el mundo. Los debates en la Cámara de Diputados en los años 1875 y 1876 entre posturas librecambistas y proteccionistas son la máxima expresión de las discusiones dentro del sector dominante argentino por aquel entonces. Pero la burguesía nacional que impulsaba este debate sólo tuvo oportunidad de poner en duda el consenso general del modelo agroexportador frente a la primera recesión mundial de 1873. De la misma forma que al año siguiente el comercio internacional consiguió volver a un sendero de crecimiento, también lo hizo la hegemonía de la oligarquía terrateniente.

            La economía del reciente Estado Argentino estuvo, entonces, caracterizada por tres columnas imprescindibles. El modelo agroexportador basado en el latifundio como unidad de explotación de la tierra, la importación de productos finales manufacturados y el ingreso de capitales financieros. Nos centraremos (por el momento) en las dos primeras porque considero que el mercado de capitales se desarrolla con mayor ímpetu en la segunda mitad del siglo XX y ahí podremos retomar brevemente para explicar este momento. Me limito a decir que estos capitales no ingresan en Argentina por las potencialidades de los negocios sino por las condiciones de privilegio que les otorga el Estado Argentino.

            En primera instancia, pensemos en el contexto mundial que posibilito este esquema económico. Como muestra la tabla 1, la economía argentina mantuvo una balanza superavitaria desde 1890 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914. Este período conocido como la belle époque mantuvo indiscutible el modelo porque durante todo ese tiempo no pudo manifestarse la mayor de su flaqueza; la economía era dependiente enteramente de los ciclos internacionales. En palabras de Rapoport:

 Sus perspectivas de desarrollo estaban asociadas, por otra parte, en un mundo que se hallaba en vísperas de cambios profundos.

M. Rapoport. (2000). Historia Económica, Política y Social de la Argentina.

Estos cambios se terminaron de materializar a partir de las experiencias de la Primera Guerra y de la estocada final de la Gran Depresión de 1930. Estos trajeron un mundo claramente cerrado, sin un mercado de capitales lo suficientemente vasto y ávido de riesgo como para financiar el Tercer Mundo y con nuevas hegemonías con las cual acordar.

            Por otro lado, analicemos cuáles fueron los agentes internos que permitieron el desarrollo de este modelo.

«No basta una buena empolladura para que nazca un pollo, sino que la tarea de empollar tiene que ser aplicada a un huevo que reúna ciertas condiciones pues no se pueden explicar las cosas sólo por las causas externas«.

Mao Tse Tung

Por eso, debemos identificar el elemento interno de la sociedad argentina que hacia posible una complementariedad subordinada. Se trata de los grandes terratenientes, fundamentalmente de la pampa húmeda, clase social dueña del medio de producción histórico principal de la economía argentina. De este modo, coincidían los intereses objetivos de la burguesía industrial británica con la oligarquía argentina; mientras más industrializada Gran Bretaña, más agrícola la Argentina y reducida su posibilidad de industrialización. De esta forma queda cerrado el pacto oligárquico-imperialista que (aunque con cambios en su composición y forma) se mantendrá hasta nuestros días y es el principal impedimento de la realización de una economía desarrollada e independiente.

La industrialización parcial y dependiente (1930 – 1955)

Como bien decíamos antes, la crisis del 30 junto con el comienzo de las problemáticas bélicas en Europa demuestran que el cierre de los mercados internacionales llegó para quedarse. Por eso debemos analizar qué sucede con este pacto oligárquico-imperialista cuando las condiciones internacionales cambian drásticamente en 1929. La oligarquía argentina terrateniente observa que los rendimientos del negocio agropecuario son cada vez menos rentables frente a las condiciones de un mundo cerrado al comercio internacional y la caída abrupta de los precios. Por eso, decide comenzar a diversificar su canasta de inversiones en distintas industrias productoras de bienes finales que empiecen a sustituir los productos importados en tiempos anteriores a Gran Bretaña y Estados Unidos. A este período se lo conoce en los países del Tercer Mundo como la industrialización por sustitución de importaciones.

            La industrialización que comienza en la Argentina durante la llamada “Década Infame” tiene lugar, por consiguiente, bajo la hegemonía de la oligarquía terrateniente. El plan presentado por Federico Pinedo, mayor desarrollo propositivo de la industrialización de la época, demuestra que los líderes de este proceso lejos están de ser comandados por una burguesía nacional. También queda lejos la idea de una industrialización profunda y decisiva del país durante estos tiempos. El mismo plan repita incansablemente la necesidad temporaria y circunstancial de invertir en industria liviana hasta que vuelvan los viejos tiempos de un comercio internacional demandante de materia prima.

            Este cambio muchas veces se ha malentendido como una transformación ideológica del país al que aspiraba la oligarquía. La clase terrateniente, por el contrario, nunca se consolida como burguesía nacional sino que mantiene inteligentemente su dominio sobre la tierra e invierte en algunas ramas industriales para seguir teniendo rendimientos positivos. La oligarquía sigue teniendo su palanca de poder político y económico a través del control de la tierra.

            A su vez, la burguesía industrial imperial (esta vez encabezada por USA) también se veía beneficiada en el nuevo esquema. La industrialización argentina no significó que hubiese dejado de depender de elementos que no se producían localmente. De importar sifones y trajes pasamos a importar medios de producción. Así es como adquiere forma el nuevo trato de neodependencia argentino.

            Sin embargo, esta industrialización limitada tuvo como consecuencia social el mayor de los temores de los sectores minoritarios. La concentración obrera que tuvo aparejado haber levantado las chimeneas impulsó múltiples producciones sociales, políticas y económicas -indeseables para la oligarquía- de las cuales el justicialismo ha de ser la predominante. Esta nueva versión del nacionalismo entraño un cuestionamiento del poder monopólico oligárquico en tanto embudo a través del cual toda nuestra sociedad resultaba subordinada a los intereses imperialistas.

            ¿Qué tipos de limitaciones encontró esta experiencia para romper el orden neocolonial? Básicamente, nuestra industria era dependiente de las divisas necesarias para importar los insumos y medios de producción. Por transitividad, estaba supeditada a los intereses de la oligarquía terrateniente por ser la clase social dueña de la tierra y monopolista de las exportaciones del país.

            El primer gobierno justicialista quiso -sin alterar la propiedad de la tierra- lograr sortear dicha limitación a través de hacer funcionar como intermediario obligatorio al Estado en todo el comercio de exportaciones. El IAPI era el órgano que se encargaba de esta tarea comprando a precios inferiores que los internacionales toda la producción exportable agropecuaria. Con el diferencial financiaban e impulsaban cierto progreso ulterior en el proceso de industrialización argentino.

            Pero, por otro lado, cuando estudiamos el desarrollo del IAPI vemos que su papel, en un momento dado, se invierte (compra a precios mayores a los internacionales para subvencionar al agro). Aparece entonces un fenómeno que no se explica por un cambio de los objetivos del proyecto nacional y popular, sino por la existencia de alguna traba difícil de superar dentro del esquema tal cual había sido planteado. La economía argentina chocó con sucesivos años de dificultades de pagos internacionales; el famoso sabotaje oligárquico al sector externo. Lo cierto es que este sabotaje no solamente se explica a partir de manejos conscientemente coordinados y conspirativos, sino que es suficiente una reacción totalmente espontánea e individual ante este tipo de políticas para realizarlo. Basta que una política que plantee financiar la industrialización argentina a través de una quita de la renta que genera la tierra para que, espontáneamente y también de forma coordinada, redirijan sus inversiones a otros sectores. Y es aquí en donde reside el poder específico de la oligarquía argentina; en el monopolio de la tierra como único medio de producción generador de suficiente plusvalía en el sector externo. Como consecuencia, en esta industrialización dependiente, tienen la potestad de parar la totalidad de la producción argentina si ven lesionado parcialmente sus intereses.

            Para cerrar este periodo señalo que no hubo solución final a esta contradicción, ni desde las mayorías ni desde los sectores que las acaudillaron, pero tampoco desde la alianza reaccionaria oligárquico-imperialista. Al no modificarse la cuestión de la propiedad de la tierra, las posibilidades de desarrollo y crecimiento siguieron subordinadas a un sector externo que dependía de la propia oligarquía. En conclusión, el peronismo -al no querer alterar el principio de propiedad de la tierra- entró en un problema sin solución resumido en las siguientes palabras.

Si la Argentina paga tributo a los terratenientes y socios imperialistas se priva de los elementos necesarios para su desarrollo industrial, en tanto que, por el contrario, si los destina masivamente a este desarrollo en el mediano plazo se queda sin recursos para financiarlo.

Horacio Ciafardini. (1990). Crisis, inflación y desindustrialización en la Argentina dependiente. Editorial Ágora.

El desarrollismo y el capital extranjero

El proceso de industrialización en el Tercer Mundo llamado industrialización por sustitución de importaciones se enfrentaba a un problema de sucesivos parates repentinos cuando la balanza comercial se mostraba deficitaria. Al agotarse las divisas, la industria no tenía la posibilidad de seguir importando medios de producción e insumos necesarios para continuar la producción. Además, la voluntad de la burguesía nacional siempre cedía a la de la oligarquía terrateniente que quería una industria superficial y limitada que no ponga en duda su hegemonía de clase.

            Frente a esta problemática surge una corriente económica latinoamericana conocida como Estructuralismo. En Argentina, el frondizismo antes de ser gobierno adscribía a este pensamiento pero durante su gobierno hubo algunas mutaciones de la teoría estructural que lo llevaron a concretar el famoso Desarrollismo. No entraremos en detalle de las diferencias entre el estructuralismo fomentado desde la CEPAL y el desarrollismo propuesto por Regelio Frigerio (cuántos apellidos se repiten) durante el gobierno radical. Basta con decir que tanto el estructuralismo como el desarrollismo observan que los problemas de las economías del Tercer Mundo es esta industria limitada y los problemas de la balanza comercial que no permiten crear una industria pesada que rompa la dependencia (restricción externa). Su principal diferencia es que el primero le otorga un rol al Estado para el progreso económico que el desarrollismo se lo otorga a los capitales extranjeros.

            Así, el desarrollismo llega a la conclusión que la forma de solucionar la balanza comercial deficitaria era atrayendo a capitales extranjeros -inversión directa y deuda- que construyan la industria pesada en el país. De esta forma, la industria nacional liviana ya existente iba a poder comprarle a las multinacionales alojadas en el país los insumos y maquinarias necesarias para poder producir. Se conseguiría entonces que la industria liviana pasara de importar a comprar en el territorio argentino sus insumos y medios de producción (o bien comenzar a producirlos tomando deuda). Esta sería la forma de superar la restricción externa de falta de divisas y terminar con una balanza comercial deficitaria.

            Sin embargo, para atraer estos capitales extranjeros hubo que otorgar concesiones y privilegios que lejos están de poder ser sustentados por ideas liberales y de libre competencia que desde los polos de poder siempre se defienden. Estas condiciones de privilegio se sintetizan en tres puntos importantes. La primera es cláusulas de porcentaje mínimo de ganancias garantizadas (este riesgo era asumido y respaldado desde el Estado Nacional). La otra cláusula usual era la reserva monopólica del mercado en donde la multinacional en cuestión es la única autorizada a producir un determinado producto. La última y más importante es la devaluación de la moneda nacional. Al aumentar el tipo de cambio, las divisas y capitales extranjeros tienen un mayor poder de compra en nuestro territorio.

            Este último punto es el que ha configurado una matriz muy usual durante nuestros días conocida como “stop and go”El ciclo comienza con una gran devaluación del tipo de cambio real que ocasiona una entrada de capitales extranjeros y un aumento de los precios relativos de los exportables. Recordemos que la Argentina exporta bienes que consume en gran medida el sector popular; bienes salarios constituidos por granos y carnes. De esta forma, al aumentar el precio interno de los bienes que consumen los trabajadores y mantenerse los salarios nominales, tenemos una caída del salario real. Esto junto con el encarecimiento de los insumos y maquinarias necesarias para la producción generaban una recesión. Como equilibrio final  tenemos una fuerte recesión que transforma la balanza comercial nuevamente en superavitaria por la fuerte caída de las importaciones aparejadas a la producción.

Sin embargo, al haber finalizado esta devaluación, la economía volvía a tener divisas y financiamiento de capitales extranjeros que permitieran reactivar la producción y sus importaciones aparejadas. De esta forma, los trabajadores buscaban una suba salarial para recomponer lo perdido por la devaluación. Esto era otorgado por la burguesía industrial y dinamizaba la economía a través de un aumento de la demanda agregada (GO). Pero al poco tiempo de aumentar salarios, tenemos una coordinación estratégica por parte de los industriales para aumentar precios y recuperar el margen perdido. Esto volvía a lesionar el salario real que ocasionaba de nuevo un pedido de aumentos de salarios. Este bucle se repite en una espiral inflacionaria que va atrasando el tipo de cambio real. Cuando los capitales internacionales perciben que la moneda está demasiado apreciada comienzan a retirarse del país generando una presión sobre el tipo de cambio y un grave problema para financiar las importaciones recursos y equipamientos (STOP). Queda establecido entonces un déficit en la balanza de pagos y vuelve a proponerse la devaluación para condicionar la expansión industrial dependiente, consumidora de importaciones, y poder solucionar el desequilibrio en la balanza de pagos.

Análisis comparado de los tres períodos dependientes

Antes de abordar el análisis comparado de los tres períodos quisiera introducir los elementos básicos del análisis de las economías abiertas. La relación de la economía doméstica con el mundo queda registrada en la balanza de pagos. Esta está compuesta por la cuenta corriente y la cuenta financiera (excluimos la cuenta capital por su nula importancia en este análisis). La cuenta corriente recoge las operaciones reales (comercio de bienes y servicios) e ingresos que se producen entre los residentes de un país y el resto del mundo. La cuenta financiera, por otro lado, se registran las transacciones relativas a los activos y pasivos financieros que tienen lugar entre residentes y no residentes. También se incluyen en esta cuenta las reservas internacionales del país. Queda determinado de la siguiente forma la balanza de pagos.

(1) Balanza de Pagos = Cuenta Corriente – Cuenta Financiera.

            La cuenta corriente y la cuenta financiera se compensan mutuamente. De esta forma, una cuenta corriente deficitaria sólo es posible por un aumento de capitales que financien este diferencial o por caída de reservas internacionales. Ahondemos más en detalle en los componentes de ambas cuentas.

             La cuenta corriente está conformada por la balanza comercial y de servicios (exportaciones – importaciones) y por el ingreso primario (excluyo del análisis al ingreso secundario). Prestemos especial atención al ingreso primario que es siempre olvidado en todas las discusiones político-económico y es en el cuál quiero hacer mayor énfasis. El ingreso primario recoge los ingresos y pagos registrados en un país, asociados a las inversiones que hacen residentes en el resto del mundo y no residentes en nuestro país. También se registran en el ingreso primario los intereses asociados a la deuda externa. Es decir que el ingreso primario reúne los tributos que tenemos que pagar como periferia a los capitales internacionales.

            La cuenta financiera la constituyen las inversiones directas, el capital de la deuda externa asumida, inversiones de cartera y las reservas de divisas. Es decir que la cuenta financiera es el registro de entrada y salida de capitales en forma de inversión a largo plazo (directa), corto plazo o especulativa (cartera), deuda externa o variación de reservas.

(2) Balanza de pagos = (Balanza comercial + Ingreso Primario) – (Inversiones directas + inversiones de cartera + Deuda externa + Reservas Internacionales)

(3) Balanza de pagos= [(Exportaciones – importaciones) + (utilidades + intereses)]- [(Inversiones directas + inversiones de cartera + Deuda externa + Reservas Internacionales)].

            Pasemos al análisis comparado.  En el conjunto de las etapas desarrolladas tienen como denominador común una doble dependencia ejercida por un actor social interno y uno externo.

            El primero es la oligarquía terrateniente que desea un país en lo fundamental agrario y complementario de un mundo que nunca vuelve a tomar la forma de su soñada belle époque. Este grupo faccioso y minoritario se ve forzado, para no perder su rentabilidad, en diversificar sus inversiones, pero siempre mantiene el monopolio de la tierra. Frente a una industria que necesita de importar para producir, la burguesía pampeana consigue mantener en su control el devenir político, económico y social de la nación a través         del monopolio del comercio externo. Como diría Guillermo O’Donnell, refiriéndose a la etapa desarrollista:

Aunque ya hace bastante tiempo perdió su condición de vanguardia dinámica del capitalismo argentino, la burguesía pampeana conservó un grado, comparativamente inusitado, de centralidad económica y política. Ese grado fue suficiente -en la defensiva- para bloquear todo intento de reestructurarla y -ofensivamente- para montarse en la crisis de balanza de pagos para lograr (…) masivas transferencias de ingreso en su beneficio.

Guillermo O’Donnell. (1976). Estado y alianzas en la Argentina, 1956 – 1976.

            Sin embargo, este devenir neocolonial va mutando de forma. Esto se debe a que los actores sociales externos con los que se relaciona la oligarquía van cambiando su forma de incidir al evolucionar las fases del capitalismo mundial.

            La primera etapa del modelo agroexportador resumía su dependencia en su balanza comercial. Mientras los términos de intercambio fueron favorables y el comercio internacional demandó materias primas, la economía argentina creció. En el momento que estas condiciones se alteraron terminó el sueño del granero del mundo.

            La segunda etapa también estaba subordinada a la balanza comercial. Lo único que se alteró fue la composición de las importaciones. De comprar sifones y trajes pasamos a medios de producción e insumos. Así, ya sea por una caída del comercio internacional o por un sabotaje oligárquico, el momento que las importaciones superaban a las exportaciones finalizaba el proceso de industrialización por sustitución de importaciones.

            Por último tenemos al desarrollismo que es de vital importancia por ser el que más se asemeja a la problemática actual. La propuesta consistía en financiar los sucesivos déficits de balanza comercial a través de capitales internacionales en forma de deuda externa y, principalmente, de inversiones directas. Lo que no se tuvo en cuenta -o se menospreció su impacto- es que el ingreso de capitales a través de la cuenta financiera tiene aparejado el pago de tributos a la centralidad prestataria o inversora. Ampliemos el mecanismo. Una multinacional invierte en el país para desarrollar una industria. Envía capitales que son registrados en la cuenta financiera como inversión directa. La filial establecida en Argentina de esta multinacional, importa con las divisas que ingresaron los insumos y maquinarias necesarios para poner en funcionamiento la industria. Una vez que la filial comienza a producir también genera ganancias en moneda nacional. El problema está en que dichas ganancias son reinvertidas en el país en la medida que las condiciones de una moneda devaluada y las cláusulas de privilegio se mantengan. Cuando estos elementos dejan de existir, las filiales cambian sus ganancias a moneda extranjera y las transfieren a su casa matriz. Estas transferencias se visualizan en ingresos primarios deficitarios. Esto ocasiona la necesidad de una balanza comercial superavitaria con un volumen de exportaciones altísimo para cubrir las nuevas importaciones aparejadas al proceso productivo y al pago de tributos en el ingreso primario.

            De esta forma la dependencia se va corriendo dentro del déficit de cuenta corriente. Nuestro primer problema era la balanza comercial deficitaria por importar bienes finales, después la importación pasó a ser de medios de producción y, ahora, el principal déficit lo  tenemos en el ingreso primario.

            Los datos macroeconómicos durante la experiencia nacional y popular desde 2003 hasta 2015 son la mejor demostración de lo que desarrollado anteriormente. Teniendo términos de intercambio favorablemente inéditos, la cuenta corriente de todas formas tenía muchos problemas para lograr ser constantemente superavitaria. El déficit del ingreso primario (junto con la demanda de dólares para atesoramiento) tuvo un crecimiento cada vez más acelerado que hacia redirigir hacia el exterior el superávit producido por las exportaciones.

Esto deja en evidencia las limitaciones de las políticas que consideran que la solución a la restricción externa radica en exportar más y con más valor agregado. La Argentina no tiene un problema en la cantidad de exportaciones sino en su matriz productiva que gira constantemente la plusvalía producida localmente al mundo.

Relación de la dependencia con la inflación

Como hemos demostrado, la matriz industrial contemporánea es dependiente de un tipo de cambio real alto que ocasione los siguientes efectos:

1. Atraer y contener los capitales extranjeros (aumento de la cuenta financiera)

2. Encarecer el giro de dividendos desde las filiales hacia su casa matriz (reducir el déficit del ingreso primario)

3. Una redistribución del sector industrial hacia el sector agropecuario. La devaluación aumenta los precios relativos internos del agro que son a su vez bienes salarios consumidos por los trabajadores industriales (carnes, granos y alimentos en general). También aumenta los precios de los insumos y maquinarias que importa la industria. De esta forma, se encarece el costo laboral y los costos asociados a la producción. Esto, a su vez, genera un efecto recesivo en la producción que hace caer el nivel de importaciones.  El equilibrio final es una balanza comercial superavitaria.

            Estas sucesivas devaluaciones o depreciaciones de la moneda nacional logran frenar el proceso productivo para poder volver a tener divisas para importar los elementos necesarios en la industria dependiente. Analicemos los efectos inflacionarios que tienen estos ciclos de STOP and GO.

            El proceso inflacionario empezaría con una devaluación de la moneda nacional que aumenta el precio en pesos de los bienes exportables. En el caso de los países del Tercer Mundo y en particular nuestra nación, exportamos bienes salarios consumidos por los trabajadores. Por eso, este aumento de precios de los alimentos hace caer el salario real provocando la voluntad de recuperar ese salario perdido por parte de los trabajadores. Habitualmente, los empresarios otorgan un aumento salarial. Esto lo hacen porque, al encontrarse una economía cerrada a la importación de bienes finales, saben que pueden compensar la pérdida del margen de ganancia aumentando los precios de los productos que venden sin hacer caer su demanda. Así, los empresarios ven perjudicado su markup por doble vía: aumento salarial y aumento de los costos de importación de insumos (devaluación). Los industriales se coordinan estratégicamente para recuperar el margen perdido aumentando los precios lo que genera una caída de la cantidad real de dinero (los precios son más altos, hay menos o igual cantidad de bienes y la cantidad de dinero es la misma). Esto presiona a los policy makers a aumentar la base monetaria para no ver una caída del producto, convalidando la suba de precios. Este proceso sucede repetidas veces, ocasionando una espiral inflacionaria.

            Este proceso detallado anteriormente demuestra que el arjé o causa primera de la inflación aquí es la estructura económica dependiente y neocolonial. Esta matriz deficitaria y dependiente de devaluaciones dinamiza la inflación a través de la presencia exhaustiva de bienes salarios en las exportaciones. Esto genera un aumento de precios de los alimentos y los insumos importados de las industrias subiendo los costos. Así, aparece como medio de propagación la puja por la distribución del ingreso entre suba de salarios y precios. Una vez que todo esto sucede, aparece la necesidad imperiosa de la emisión monetaria. Porque una vez que la devaluación corrigió la cuenta corriente a través de una recesión no quiere, además, acentuarla por una caída real del dinero. Así, se busca volver a una etapa expansiva que sea liderada por emisión monetaria. Esta explicación causal y de métodos de propagación es detallada por Osvaldo Sunkel en La inflación chilena: un enfoque heterodoxo.

Conclusiones

Hemos observado como la inflación tiene su causal primordial en la dependencia y la relación neocolonial con el mundo de su economía. Pero también hemos incluido el rol de la emisión monetaria en el proceso inflacionario. Esto demuestra que está muy lejos de ser estéril imprimir dinero. Que la emisión monetaria, en condiciones en dónde el producto y la velocidad del dinero se mantiene constante, genera inflación es innegable. Lo que intentamos explicar acá no es una negación explicita de ese proceso. Sino demostrar que hay una dinámica que la antecede y es primordial para comprender las problemáticas de los países del Tercer Mundo.

            La propuesta para solucionar una economía dependiente y deficitaria supera a este texto e, incluso, me supera en lo personal. Sin embargo, quiero puntualizar algunos elementos que deberá contener dicha iniciativa y que surgen como conclusión de este escrito.

            En lo principal, en la medida en dónde no se derroten los actores internos y externos que posibilitan está economía supeditada a su intereses, lejos estaremos de poder solucionar las contradicciones fundamentales de nuestra nación

            El poderío de la burguesía pampeana gira en torno al monopolio de la tierra y, por consiguiente, del sector externo. Por eso es indispensable e ineludible la necesidad de una reforma agraria que reconfigure la propiedad y la concentración de la tierra. Quiero aclarar que una la expropiación de la tierra es un elemento esencial tanto para un desarrollo netamente capitalista como para la sociedad anhelada por los marxistas. Y acá es donde tenemos que tener el mayor de los consensos entre gran burguesía, pequeña burguesía nacional y los trabajadores. El único modelo que resiste a este esquema oligárquico es el sistema feudal. Tanto los que desean ser la República Popular China, los Estados Unidos de América o la Unión de Repúblicas Soviéticas tienen que entender lo imperioso de derrotar a este sector faccioso y a su mayor herramienta de poder.

            El otro actor a remplazar es el capital internacional que transfiere, crónicamente, el plusvalor obtenido en el país hacia la metrópoli. Naturalmente, el objetivo tiene que ser panificar un país que pueda insertarse en el comercio internacional sin ser un subordinado permanente a los polos de poder de turno. Con esto no quiero decir que hay que construir una nación autárquica. Sino que sea independiente, es decir, con los recursos necesarios para subsistir si en última instancia lo debe hacer por sus propios medios. Esto hay que lograrlo a través de relaciones comerciales que no estén hegemonizadas por pocos países que logren un peso específico muy alto en nuestra capacidad de exportación.

«Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad; el pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país con el comercio de otro se convierte en influjo político. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro se hace servir de él. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre otros países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos.«

 José Martí. (1891).

            En este sentido, la integración económica y política de los pueblos de nuestra américa es una vía posible para poder encontrar una complementariedad que fomente nuestra mutua independencia -a diferencia de esa complementariedad de rodillas que anhela la oligarquía-. En este espacio común debemos, además, fomentar la inversión en ciencia y tecnología que nos otorgue los conocimientos necesarios para conseguir los medios de producción para el desarrollo.

            Un argentino dijo hace algún tiempo: “las penas son de nosotros; las vaquitas son ajenas”. Mientras el canto de Atahualpa siga siendo cierto, mientras las mayorías y la nación se vean privados de su riqueza por usurpadores de la oligarquía y del imperio respectivamente; las penas seguirán siendo de nosotros.

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