There were no survivors. David’s brother came up from Acapulco to identify the remains, and the bits of flesh and bone he maintained were his brother were cremated. Rumors—that his plane was sabotaged or even that he wasn’t on the plane when it crashed —persist.
No hubo sobrevivientes. El hermano de David viajó desde Acapulco para reconocer los restos, y los trozos de carne y huesos que sostuvo pertenecían a su hermano fueron cremados. Los rumores –acerca de que su vuelo fue saboteado o incluso que él no estaba en el avión cuando chocó- persisten.
The New York Times, 25/9/1976
#Antihéroes 5
1976. La muerte
Eran las diez de la noche del 7 de agosto. Isidoro estaba esperando en la funeraria Gómez de Chilpancingo novedades de los restos de su hermano, cuyo avión había sufrido un accidente en la madrugada de ese mismo día. Aparecieron entonces los rescatistas con tres bolsas negras que contenían restos separados arbitrariamente, en un intento de mantener la integridad de los tres fallecidos en el accidente. Había un cuero cabelludo, algunas manos, y un torso velludo y moreno con algunos retazos de una camisa celeste. Isidoro quebró en llanto y reconoció en ese torso velludo a David. En la camisa había quedado intacta la etiqueta con el nombre de la camisería que confeccionaba la ropa del difunto, y junto con los objetos rescatados se encontraba su tarjeta American Express.
En la escala que realizó el Jet privado de la empresa Hansa Jet Corporation en la ciudad de Houston, David se dedicó a realizar todas las llamadas importantes mientras personal del aeropuerto retenía el avión con el argumento de una necesaria “revisión técnica”. Dudi, como lo llamaban sus seres queridos, venía nervioso hacía ya varios días. La Reserva Federal seguía sin validar la compra del American Bank and Trust en Nueva York, y eso dilataba su residencia definitiva en esa ciudad junto a su mujer y a su hija. La fragilidad de sus papeles lo obligaba a realizar el itinerario Nueva York-DF todos los fines de semana. El traspaso del 51% de las acciones del ABT databa de septiembre de 1975, operación mediante la cual el banquero húngaro José Klein había recibido a cambio 21 millones de dólares. Sin embargo, el organismo regulador con sede en Washington continuaba dilatando la autorización sin mayores explicaciones. Las cartas de recomendación de poderosos empresarios y políticos norteamericanos avalando la entrada del banquero argentino al mundo de las finanzas llegaban día tras día a las oficinas del organismo, pero nada parecía terminar de empujar a la decisión definitiva.
Contrariando la voluntad de los padres de Dudi, Lidia Papaleo e Isidoro Graiver se pusieron inmediatamente de acuerdo en cremar los restos, práctica non sancta para el judaísmo; ninguno de ellos creía conveniente que se pusiera en duda la muerte del banquero. La familia Graiver volvió a Buenos Aires en septiembre de 1976 para hacerse cargo de la dirección del Grupo Económico que el accidente dejaba vacante. Los meses siguientes, se sucedieron una tras otra las quiebras de los bancos ABT en Nueva York, el Comercial de La Plata, Tel Aviv y Bruselas, y sólo unos meses después se concretó la venta de las acciones de la familia en Papel Prensa S.A. a los diarios Clarín, La Nación y La Razón. Cuenta Lidia Papaleo sobre los momentos previos a la venta que: “El Sr. Martínez Segovia, que era Presidente de Papel Prensa SA, me citó en esos días a un almuerzo en un hotel céntrico para comunicarme que venía en representación del ministro de Economía Martínez de Hoz, y que debía decidirme a firmar la cesión de las acciones de Papel Prensa SA. Tal decisión era impuesta desde el Ministerio de Economía del Proceso, quienes habían hecho saber que las acciones debían cederse a empresarios argentinos que no pertenecieran a la colectividad judía.” En una de sus declaraciones concluye: “Dado los hechos que se vivían en el país tomé conciencia que las amenazas de muerte, tanto para mi hija como para mí eran auténticas. En ese estado de terror fui citada para el día 2 de noviembre de 1976, por la noche, a una reunión en las oficinas de La Nación, conjuntamente con los integrantes de la familia Graiver.”
En diciembre de ese mismo año, los Graiver se reunieron con el “Dr. Paz”, representante de la Conducción Nacional de Montoneros. La Orga requería compromisos de pago sin demoras de los intereses adeudados por David. Todavía no había comenzado el verdadero horror para la familia Graiver.
1977. La pesadilla
Ramón Camps fue Jefe de la Policía Federal durante el gobierno militar. Perseguidor incansable de “la cuestión judía”, se tomó la molestia de escribir y publicar un libro sobre lo que él llamó “el Affaire Graiver”. Comienza su alegato explicando que: “No me arrepiento de haber derrotado a la subversión. Por eso escribí este libro, por nuestra lucha, por los que cayeron, por los que no tenemos miedo de caer, y por los que caerán. Buenos Aires, 4 de junio de 1983. Camps”. En las primeras páginas del libro cuenta su versión acerca de la detención de Juan Graiver:
-Mi coronel, ¿todavía tiene interés en los Graiver?
-Sí, por supuesto.
Anochecía aquel día, allá por el mes de mayo de 1977, en mi despacho, en el departamento de Policía de la ciudad de La Plata. El Comisario General que me había hecho la pregunta parecía vacilar:
-Yo sé dónde puedo encontrar a Juan Graiver. ¿Quiere que lo detenga?
-Hágalo enseguida. [i]
El operativo dirigido por Ramón Camps y Suarez Masón comenzó con el secuestro de Juan Graiver, padre de David e Isidoro. El 14 de marzo fue el turno de Lidia Papaleo, cuyo hermano ya había sido visitante de Puesto Vasco en la localidad de Quilmes, centro de detención clandestino del “Circuito Camps”. El mismo día secuestraron a Silvia Fanjul y Lidia Angarola, empleadas del Grupo. El 17 se llevaron a Isidoro y a su madre. El 4 de abril de 1977 asesinaron a Jorge Rubinstein en cautiverio. Más de una veintena de personas fueron detenidas, desaparecidas o asesinadas en la búsqueda de un supuesto botín montonero que había quedado en manos de David Graiver. El 15 de abril de 1977 secuestraron a Jacobo Timerman, periodista y director del diario La Opinión, cuyo nacimiento había sido unos años antes en asociación con David. Gracias a la presión internacional, Timerman fue puesto en libertad después de algunos meses y empujado al exilio. Narra el interrogatorio al que fue sometido por el mismísimo Ramón Camps:
Camps: ¿Admite que es judío?
Timerman: Bueno… sí.
Camps (gritando): ¡Entonces es sionista!
Timerman: Bueno… no lo sé, tal vez.
1968. Los inicios del Grupo
De origen judío, sus relaciones con Israel comenzaron gracias al prestigio de su padre en la comunidad, inmigrante polaco que llegara a la ciudad de La Plata en la Gran Guerra. Juan Graiver fue prestamista, fundó una inmobiliaria y llegó a ser síndico titular en la Cámara de Comercio Argentino-Israelí. Fue David quien se hizo cargo de remontar la inmobiliaria tras una dura enfermedad de Juan, y convirtió en pocos años los modestos negocios familiares en un Grupo Económico valuado en 200 millones de dólares.
Tras hacerse cargo de Juan Graiver Inmobiliaria, se le presentó la oportunidad de obtener en un beneficioso intercambio el Banco Comercial de La Plata luego de la muerte de su propietario en 1968. Convirtió al Banco provincial en uno de cartera nacional, multiplicando sus sucursales y consiguiendo atraer los ahorros de importantes figuras de la política. Se aventuró poco tiempo después a la compra del Banco de Hurlingham, coincidiendo oportunamente con la quiebra del Banco Israelita. Esta maniobra le aseguró a David la protección casi incondicional de la colectividad en el país, quienes volcaron sus ahorros en la nueva adquisición de los Graiver. Las oficinas administrativas del Banco se mudaron al barrio de Once en Capital Federal, fusionadas en el mismo Grupo con el Banco Comercial de la Plata y la ya expandida inmobiliaria.
Rápidamente sus inversiones se diversificaron en Hoteles, importadoras, constructoras, y un pulpo bancario internacional que lo posicionó como la mayor promesa de las finanzas mundiales. Para el año 1973, Graiver había fundado junto a Timerman el diario La Opinión, era propietario del Canal 2 de La Plata, y poseía el 26 % de las acciones de Papel Prensa S.A. Una verdadera promesa en la heterogénea y fantasmagórica burguesía nacional, con relaciones en el ejército y en la política que lo impulsarían como un cohete soviético o lo arrojarían por un acantilado.
1973. La política
Dos veces visitó David a Perón en Puerta de Hierro. José Bel Gelbard estaba convencido de que el joven banquero podía ser de gran ayuda en lo que se venía. Todavía no había caído el gobierno de Alejandro Lanusse, y los negocios con él ya estaban hechos. Tocaba acomodarse, y finalmente, apostar las barajas al retorno del líder. David renunció a su cargo en el Ministerio de Bienestar Social a cargo del oficial naval Francisco Manrique -quien sería futuro candidato presidencial-, y el capataz de la Confederación General Económica lo retuvo a su lado para transitar los primeros pasos hacia su breve estancia en el Ministerio de Economía.
A los 32 años, David ya estaba pisando fuerte en CEPBA (Confederación Económica de la Provincia de Buenos Aires), y con Héctor Cámpora en el gobierno oficiaba de asesor ad honorem del Banco Central. Eran los primeros pasos de quién parecía destinado a relevar a Gelbard como representante del floreciente empresariado en la nueva era peronista. Montados sobre los vientos de cambio, consiguieron la adquisición de una veintena de acciones en la empresa de papel para diario Papel Prensa, ambicioso proyecto que buscaba asociar a privados con el Estado Nacional para el monopolio de esta fabricación. La empresa había sido adjudicada en 1972 a Editorial Abril, hasta que en 1973 Graiver entregó 4 millones de dólares para participar como el accionista privado que se asociara con el Estado.
Quizás la faceta más rimbombante de la fugaz y agitada vida de este banquero argentino fue la de administrador de los fondos de la organización Montoneros. Su primer contacto con las organizaciones armadas fue a través de Enrique Jarito Walker, periodista y montonero, ex pareja de Lidia Papaleo. A través de Jarito, se organizó su primera reunión con Roberto Quieto, quien se convertiría en su principal interlocutor con la Orga. “Nosotros no sabemos manejar guita, no es nuestro métier”, le dijo Quieto sin rodeos en esa reunión. Los Montoneros se encontrarían poco tiempo después con millones de dólares que preveían podrían cobrar del secuestro de Juan y Jorge Born, y necesitaban evaluar las posibilidades de destino de esa millonada de plata negra. “Todos los meses cobrarán 160.000 dólares a partir del depósito de la guita, con un interés del 9,5% anual”. Finalmente, 16.825 millones fue la cifra que Montoneros invirtió en el Grupo Graiver, aspirando a una alianza política duradera con su mecenas. Ellos también veían en David, así como Perón, a un potencial representante del empresariado que debía contrarrestar en la Argentina a la oligarquía tradicional. Roberto Quieto sería ejecutado el 28 de diciembre de 1975. Walker desapareció en julio de 1976.
Jorge Rubinstein, quien supervisaba mensualmente los pagos de 160.000 dólares de intereses a los montoneros, fue un abogado platense, docente en la Facultad de Derecho y en Ciencias Económicas de la Universidad de La Plata, apoderado de la familia Graiver y mano derecha de David en sus negocios en Argentina. Ex miembro del Partido Comunista y se cree que único conocedor de las relaciones del Grupo con Montoneros. En junio de 1975, 14 millones le serían traspasados en Suiza a través de Jorge H. Salazar, alias “Victor Chousa”, responsable del Servicio Internacional de Montoneros. Salazar había viajado junto con Carlos “Ignacio” Torres, tesorero de la organización, para cobrar la última partida del rescate de los Born, y en el mismo movimiento le fue entregada a Rubinstein la valija correspondiente para invertir en el Grupo. El blanqueo de estos capitales fue prolijamente realizado a través del Century National Bank, de la mano de José Klein. Carlos “Ignacio” Torres cayó el 15 de enero de 1977.
1975. El exilio
Con la muerte de Perón, las cosas empezaron a empañarse. A mediados de 1974, Osvaldo Papaleo, cuñado de David y, para ese entonces, secretario de prensa Isabelino, pasó el dato certero sobre la aparición de su cuñado en las listas negras de la triple A. Los Graiver salieron del país rumbo a México DF, pero con ansias de sentar sus bases en la capital de las finanzas mundiales: Nueva York. Nada de esto apaciguó las ambiciones de Dudi.
Su primera operación fue la adquisición del Century National Bank en Nueva York por 7.5 millones de dólares. La compra fue impulsada por sus contactos en el Mossad que le abrieron las puertas para las negociaciones con José Klein, un banquero húngaro emigrado a Chile que vice presidía el Banco Israelita en Santiago. Como titular del CNB figuró Juan Graiver, motivo por el cual la adquisición no bastó para obtener la residencia definitiva en Estados Unidos para David y su familia. A través de la misma operación obtuvo la mayoría accionaria de los bancos American Bank and Trust y el Swiss-Israel Bank de Tel Aviv. Por 21 millones de dólares, y con la promesa de pronto llegar a completar la cifra de 32 millones, obtuvo la mayoría accionaria de los tres bancos que le asegurarían un lugar privilegiado en la élite bancaria internacional.
Sin embargo, para que pudiera efectivizarse su dominio sobre uno de los bancos más importantes de la isla de Manhattan, Graiver necesitaba con urgencia la aprobación de la Reserva Federal que, sin mayores argumentos, dilataba ya hacía varios meses la firma de los documentos. Sin esa autorización, no solo estaba en juego la posible residencia definitiva de los Graiver en Estados Unidos, sino que le resultaba imposible renegociar las deudas que él mismo había contraído con su futuro banco para la operación con Klein y para la devolución del capital que habían aportado sus socios políticos.
El 6 de agosto de 1976, Dudi Graiver almorzó con José Bel Gelbard en Manhattan. El ex Ministro de Economía había sido expulsado de su cartera y del país el 21 de octubre de 1974 por López Rega, y las investigaciones que lo involucraban engrosaban sin descanso los expedientes de tribunales. Perseguido y exiliado, había decidido aportar de sus bolsillos 7 de los 21 millones de dólares que habían concretado la operación con Klein para la compra del ABT de Nueva York, y se encontraba tanto o más preocupado que David por las demoras en la autorización. Ambos bien relacionados con el Lobby judío de Nueva York, y fielmente protegidos por el Mossad, no encontraban razones certeras para justificar los más de siete meses de demora en la efectivización de la compra. Tal como suponían, La Reserva no presentaba argumentos suficientes para frenar los documentos; incluso se palpitaba gran preocupación por las numerosas cartas de poderosos magnates norteamericanos que protegían sin titubeos a Graiver. La traba tenía su origen en La CIA, que tenía ya en curso una investigación.
Abraham Feinberg era, para ese entonces, gerente del American Bank and Trust de Nueva York. Era también una figura clave del movimiento sionista en Estados Unidos. El 6 de agosto dejó un mensaje en las oficinas de Graiver en la Quinta Avenida para exhortarlo a cubrir el bache de 2 millones de dólares que había dejado luego del giro del dinero a Galerías Da Vinci, de las que era mecenas y accionista. David, mientras resolvía los preparativos de su viaje a México por la noche, se comunicó rápidamente con Alberto Naón, su mano derecha en Bruselas y directivo del BAS (Banque Pour L’Amérique Du Sud) para resolver la encerrona. A regañadientes, Naón accedió a cubrir el bache, ya acostumbrado a las maniobras de auto-préstamos de David. Ese cheque sería, poco tiempo después, el desencadenante de la quiebra del ABT, y le costaría a Naón algunos años tras las rejas.
David cuidaba minuciosamente que los baches de sus auto-préstamos quedasen cubiertos, ya que sabía con seguridad que la Reserva Federal no dejaría pasar ninguna oportunidad para rechazar la toma de posesión del ABT. Sin embargo, lo que no sabía era que la CIA ya tenía conocimiento sobre su administración de las finanzas montoneras. Un informe del batallón 601 en Buenos Aires había llegado a manos del representante de la Central de Inteligencia norteamericana expresando la preocupación por la relación del banquero con la guerrilla Argentina.
1976. ¿La Muerte?
Graiver no se llevó la plata afuera, como hacen los tipos pudientes de Argentina. Se ofrecía como banquero para todos los que quieren sacar la plata y ese dinero lo volvía a invertir en Argentina para solventar su proyecto político, que se apoyaba en lo económico y donde jugaba a futuro con emprendimientos como el de Papel Prensa.
Juan Gasparini
Juan Gasparini aventura “¿Graiver fue un marxista-leninista infiltrado en las altas finanzas?”[i]. En su biografía Graiver, el banquero de los Montoneros, Gasparini sostiene y fundamenta la hipótesis de que el avión de David Graiver fue intervenido por la CIA luego de recibir el preciso informe del Batallón 601 sobre la administración de los fondos de la Orga. “Era el escarmiento ejemplar para un empresario que produjo un gran vaciamiento del mercado financiero internacional, robando de afuera hacia dentro y suministrando de ese modo cuantiosos fondos a la producción argentina”[ii]. Explica que la CIA determina la ejecución de Graiver disfrazándola de accidente para no complicar sus relaciones con el Mossad, sin conseguir bloquear legalmente su ascenso en las finanzas norteamericanas[iii].
Curiosamente, coincide con esta hipótesis Ramón Camps, quien afirma: “Por sus maniobras financieras tenebrosas, el banquero argentino había levantado una ola de indignación en los Estados Unidos y México, incluso entre miembros de la colectividad judía. Más aún, le dije que no se podía descartar la posibilidad de un atentado o de sabotaje”[iv]. Miguel Bonasso, en cambio, sostiene una alternativa similar a aquella que enunciaran los organismos norteamericanos -acompañados por sus principales medios de comunicación- insinuando la ausencia de David en el avión al momento de la colisión. Habría fingido su muerte para evadir compromisos de pago y maniobras financieras que no podía sostener, y debía, asimismo, escapar de las numerosas persecuciones e investigaciones que lo esperaban tanto en Argentina como en Estados Unidos.
David Graiver muere a los 35 años de edad dejando tras de sí una ola de intrigas y sospechas que perjudicó profundamente a todos quienes lo rodeaban. Una vez más, engrosando el anecdotario de muertes dudosas en nuestro país, las sombras del poder empañaron tenazmente las investigaciones, quedando infinitas preguntas sin respuesta acerca del accidente que terminó con la vida del banquero. No existen registros del recorrido realizado por el avión de Hansa Jet Corporation. No apareció la caja negra. No apareció el cráneo. No se sabe qué tenían que arreglar los técnicos en el aeropuerto de Houston. Nadie reclamó justicia por los dos ex soldados norteamericanos que piloteaban el itinerario. Dice Camps: “Las incógnitas caen una sobre otra y van espesando el velo de misterio que rodea el accidente. Solo tienen un punto en común y es que ninguna de ellas ha sido resuelta satisfactoriamente por ninguna de las autoridades que estudiaron el caso”[v].
En David Graiver se entrecruza la verdadera puja estructural que convulsionó a la Argentina en la década del 70. Una de sus caras encarnada en el país industrializado y planificado que propuso Perón desde el año 45, materializado en los planes quinquenales, cuyos protagonistas fueron los trabajadores hasta la revolución libertadora. La otra, la creciente financierización de la economía que se proponía desde la Escuela de Chicago, que vino a ejecutar a sangre y fuego el golpe genocida. David quiso coquetear con ambas Argentinas, seducir ambos lados de la grieta para garantizarse un lugar de privilegio en cualquiera sea el cambio que finalmente triunfara. Podría pensarse en un error de cálculo, o en una megalomanía estrafalaria que lo hizo considerar que el big brother iba a cobijarlo, aun sabiendo que su verdadera vocación se encontraba en reingresar los dólares que bicicleteara en Nueva York al tercer mundo.